El gato y el cuervo comparten un café (y tarta de fresa)

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Kuroo/Tsukishima; Bokuto/Akaashi


—¿Otra vez? —Preguntó Akaashi sentándose al lado de Bokuto. Como si fuera un pequeño perro en busca de atención, este último se arrimó al primero pegando sus cuerpos y luego, apoyando su cabeza en el hombro contrario, a pesar de lo incómodo que resultaba debido a la diferencia de alturas.

—Sip —contestó Bokuto cerrando los ojos y disfrutando de la cálida sensación que el simple roce de su novio le provocaba. Akaashi apoyó su espalda a la pared dejando sus pies colgando sobre la cama para mayor confort.

—Kuroo-san, ¿no cree que parece un poco pervertido? —Cuestionó Akaashi. Desde hacía unos cuantos meses, cuando empezó el nuevo curso en la universidad, cada vez que venía al apartamento de Bokuto para pasar tiempo con este, su mejor amigo y compañero de habitación, Kuroo, se encontraba sentado en su escritorio, mirando por la ventana al edificio contiguo.

—Solo admiro las vistas —respondió el azabache. No mentía, él de verdad admiraba el precioso paisaje frente a él: Una habitación idéntica a la propia, solo que en colores fríos y con madera caoba en vez de la propia, púrpura, dos camas individuales una en frente de la otra y los escritorios y armarios en desigual distribución. Era una habitación bonita más no era lo que llamaba la atención de Kuroo, sino uno de los dos estudiantes universitarios que la habitaba. Este era un chico, algo nuevo para él a quien siempre le han atraídos las féminas. ¡Pero vaya chico! Era alto, bastante e incluso más que él. Su cuerpo era delgado y pálido, le recordaba a una frágil margarita, tenía la extraña sensación de querer tocarlo, acariciarlo... ¡Y hasta romperlo! Fantaseaba con descubrirla flexibilidad que escondía. Sobre su rostro desconocía datos debido a que sólo se había topado con él a través de la ventana, y sus miradas no habían coincidido todavía. Pero su pelo era rubio claro y corto, además de que utilizaba unas gafas cuadradas negras. Imaginaba sus ojos marrones, de algún castaño claro. ¡O hasta azules! Aunque esto último lo dudaba.

Se podía decir que su amor era físico debido a que nunca había hablado con el rubio frente a él, no sabía como era su personalidad, no sabía que estudiaba o hasta que edad tenía. Kuroo suponía que era un estudiante de primer año de universidad.

El azabache se puso de pie cuando su vecino se levantó de su escritorio, sobretodo para evitar un choque incómodo de miradas. Observó a la pareja frente a él y suspiro, ya era hora de que abandonase su propia habitación para que su mejor amigo y el novio de este pudiesen pasar tiempo a solas.

—Mi entretenimiento se ha ido. —Avisó Kuroo cogiendo una chaqueta, su teléfono y su cartera. Pensó en qué podría hacer esa tarde más no se le ocurrió nada, así que optaría por comprar un café y visitar la biblioteca de la universidad, un buen libro no le vendría mal. —Pasad buena tarde, chicos.

Al segundo de Kuroo abandonar el apartamento, la pareja ya se encontraba comiéndose a besos.

Kuroo se maldijo cuando hubo salido a la calle por haber olvidado sus auriculares. Caminó en silencio con las manos en los bolsillos observando a las personas con las que se cruzaba. La mayoría eran caras conocidas debido a la universidad, no era como si se supiese el nombre de cada uno pero podía reconocerlos de alguna clase, o de algún segundo en la cafetería.

Dobló la esquina y entró en una cafetería. Había estado trabajando ahí durante sus dos primeros años de carrera por lo que tenía buena relación con los empleados y con el jefe, además de que el café le parecía espléndido. Tenía un buen ambiente, no muy grande y rural, con pequeñas plantas en cualquier rincón y un expositor con dulces elaborados por los mismos asalariados. Kuroo sonrió, inevitablemente, recordando los viejos tiempos en los que él trabajaba ahí, ¡que mal se le daba cocinar!

Los del vóley [Haikyuu!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora