III

329 40 71
                                    



Will va compartiendo sus conocimientos sobre los árboles y las flores que los rodean a medida que se adentran en el bosquecillo. El follaje cubre prácticamente el cielo, dejando entrar rayos de luz esporádicos por los que Will se asegura de pasar, como si le ayudaran a orientarse hacia cualquiera que sea su destino. No hay ningún camino de tierra o piedras que le ayude a Nico a orientarse por su cuenta.

Ya no se preocupa por eso. Se había extraviado desde el momento en que perdió de vista a su padre.

No tarda en entender que Will sólo intenta impresionarlo, pero lo deja gastar saliva, preguntándose de paso si es posible que un muerto gaste saliva.

—Las plantas no estorban el camino —señala Nico—. El suelo es húmedo y oscuro, pero no se ven bichos correteando por ahí. Si asiento mi cabeza en el tronco de algún árbol, no me la llenaré de chinches.

—Los bichos no tienen alma para vivir aquí y no son aceptados por Makaria como parte de su mundo, a diferencia de las plantas y algunos animales. Los bosques son seguros y algunos, los más solitarios, prefieren vivir aquí.

Nico arquea una ceja en su dirección.

—¿Y se supone que tú eres uno de ellos?

—Tengo una casa en el bosque, divido parte de mi tiempo viviendo en el bosque y otra parte en el campo abierto. Pero no te traigo para que veas la casa.

—Es una lástima. Tal privacidad desperdiciada.

Will no entiende la indirecta y Nico bufa.

—¿Entonces para qué?

El silencio de Will de repente le sabe sospechoso y le revuelve el estómago.

—¿De verdad crees que podrías secuestrarme?

—Estás perdido sin mí, eso lo sé.

Nico se detiene, mirándolo ceñudo. Will le lleva algunos centímetros y sus ojos tienen el estigma invisible del tiempo de su existencia, otorgándole una severidad antinatural. Pero Nico ha aprendido a no sentirse intimidado frente a nadie, de modo que no duda en lo empujarlo con su dedo índice desde el esternón, haciéndolo retroceder.

—¿Sabes que puedo hacer que te metas los dedos en tus fosas nasales hasta que se me dé la gana?

Will parpadea, con expresión desconcertada y algo avergonzada.

—Lo siento, milord. Mis cortejos contemporáneos no están bien pulidos. No deseo dañarte ni recluirte contra tu voluntad, aunque acepto que me atreví a mentirte para traerte aquí.

Nico resopla y se cruza de brazos, su indignación va en aumento. Si Will no planea llevarlo a una cabaña en el bosque para seducirlo o tratar de impresionarlo, no se le ocurre una mejor excusa para el viaje. Podría haber ocupado ese tiempo para encontrar a su padre en lugar de ser un idiota al que le atrae un muerto lo suficiente para meterse en el bosque porque se lo pide.

—¿Lo tuviste planeado siempre?

—Solo al encontrarme con una criatura tan encantadora como tú la idea me dominó. —Nico resiste el impulso de rodar los ojos y sonreír al mismo tiempo, así de fácil la indignación baja de nivel y regresa el latido cálido y acelerado—. Te llevaré a Oasis.

—Creí que los oasis estaban en los desiertos.

Will suelta una risa que resuena entre los árboles como el canto de un pájaro.

—Es solo el nombre.

—¿Y qué es? ¿Un lago mágico?

—Ya verás.

Don't mess up with godsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora