Capítulo 3

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El viento agitaba el ondulado cabello de la mujer. Sus ojos se movían inquietos buscando algún rostro que no encajara, algo que le hablara sobre su perseguidor.

La ciudad cobraba más vida de noche. Aunque hacía más frío, las personas salían de sus hogares, visitando tiendas, bebiendo en bares o simplemente sentándose en la plaza a charlar y beber cafés, entre otras cosas.

El último mensaje de su perseguidor lo había recibido hacía dos semanas atrás, el día en el que desapareció la máscara. Desde ese día no veía a nadie de su familia, se había limitado a encerrarse en su habitación de hotel, meditando sobre lo acontecido.

Al fin era hora de salir y tomar algo de aire, tal vez conocer algunas personas o beber algún café que le diera ánimos.

El frío le calaba hasta los huesos, mientras frente a su cara se condensaba nubes de su respiración

Era increíble que en aquel pequeño lugar pudiera haber tantas personas.

Sentía que el café ya se enfriaba, así que lo echó en un cubo de basura. Se levantó y caminó hasta un pequeño local en el que la temperatura era más agradable.

La puerta soltó un suave tintineo al abrirse.

El lugar era pequeño. Con mesas junto a las amplias ventanas que daban vista a la abarrotada calle. Las luces de amarillentas se reflejaban en la piel de todos los presentes. Todos y cada uno de ellos cargaban gruesas chaquetas para protegerse del inclemente frío.

Caminó con paso decidido hasta la barra y se sentó, pidió una taza de chocolate caliente, mientras veía por el rabillo del ojo a alguien acercarse.

—Hola —dijo un chico, con una pequeña sonrisa formándose en sus labios.

—Hola. —Sin saber qué decir, se limitó a beber de su taza, mientras el hombre tomaba asiento a su lado.

—¿Eres Claire, cierto, Claire Mormont?

En el momento en que pronunció su nombre el chocolate se atoró en su garganta. ¿Cómo podía saber aquello?

Se aferró a la taza, tratando de que no se notara el temblor de sus manos. Mientras el cuello le picaba por los nervios.

—Sí, y tú eres…

—David De Luque —dijo, mostrando con su sonrisa unos dientes perfectos—. Uno de los amigos de Valeria… ya sabes… el chico con el que ella siempre estaba en noveno.

De pronto los recuerdos acudieron a su memoria. ¿Cómo era posible que aquel chico fuera el que tenía enfrente? No se parecían en absolutamente nada. Este era alto, con un cuerpo delgado y unos ojos verdes que irradiaban seguridad. ¿Cómo podía ser el mismo al que humillaba y quería su prima? Aun así, eran amigos, y él parecía amarla.

—Oh… No recuerdo haberte visto en el entierro. Ella era una amiga muy cercana a ti.

—Sí, solo que en los últimos años nos distanciamos un poco. Valeria estaba siempre muy… no lo sé, rara.

—Sí, lo sé. Gracias a eso perdí contacto con ella —dijo, esbozando una sonrisa un poco triste—. Has cambiado mucho desde la última vez que nos vimos.

El chico miró al suelo, un poco sonrojado. En su cabello negro se reflejaban las luces del lugar.

—Igual tú. No eres la misma chica que vi por última vez en noveno. —La perfecta sonrisa volvió a aparecer en su rostro—. Estás más hermosa que aquella vez.

La mujer no pudo evitar ruborizarse. Hacía mucho que nadie la halagaba, era realmente bonito.

Bebió otro sorbo de la humeante taza, sintiendo el caliente líquido quemar en su garganta.

ValeriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora