La antigua habitación de Valeria estaba iluminada por la luz que se filtraba por la ventana. La luz de la mañana.
Había pasado toda la noche despierta, sin lograr conciliar el sueño, y segura de que no lo haría ya que los pensamientos no la dejaban. La aparición de Valeria, el golpe, la casa y el extraño grito que había escuchado la noche anterior mientras caminaba por el medio de la nada. Una sensación de malestar se apoderó de su cuerpo desde el momento que entro a esa casa, y no se había ido desde ese momento.
El momento en el que Valeria apareció se había sentido tan real, pero a la vez como un sueño distante, como si solo fuera un fantasma. Sabía que pensar aquel tipo de cosas solo iban a empeorar la situación, pero, aún así todo era demasiado extraño.
El labio superior le dolía por el golpe de la caída.
Después de todo lo que había pasado sabía que no quería estar sola, por lo que mejor se dirigió a la casa de su abuela. Aprovechando también que estaba más cerca.
Se levantó de la cama y fue al baño que estaba fuera de la habitación. La brillante luz unida al color blanco del lugar hacía que los ojos le dolieran. Se lavó la cara con ambas manos con los ojos a punto de estallar en lágrimas de terror y miedo, pero sabía que no debía, no debía y no quería llorar. Para llegar al fondo de todo eso era necesario ser fuerte.
Salió de la habitación y oyó que alguien tocaba la puerta de la casa. Bajó las escaleras para abrir, pero ya su abuela se dirigía hasta esta, por lo que se limitó a quedarse a los pies de las escaleras. Lo único que pudo ver del visitante, antes de que su abuela cerrara la puerta tras de sí, fue una placa brillante en la parte izquierda de una camisa azul oscuro. El corazón de la mujer dio un vuelco.
"¿Qué hace la policía aquí?", se dijo, mientras se dirigía con paso apurado hasta la puerta. Mientras caminaba hasta allá vio a su abuela entrando de nuevo.
Tenía el rostro pálido y descompuesto, los ojos húmedos llenos de desesperación a punto de salirse de sus cuencas y antes de que se desmayara Claire la ayudó a sentarse frente a la chimenea. Tenía la piel helada y perlada por el sudor, como si hubiese tocado a un fantasma.
—¡¡Abuela!! —exclamó, con el corazón en un puño—, ¿Qu-qué pasó? ¿Qué quería ese hombre?
La mujer dudó antes de responder, pero al hacerlo lo hizo viendo a Claire con sus ojos azules llenos de lágrimas.
—Está muerta… está muerta —dijo, en apenas un susurro.
Antes de que dijera quién era, ya lo sabía. El cuerpo comenzó a temblarle y los ojos se le hundieron en un mar de lágrimas que salían con fuerza de sus ojos.
Se levantó del sillón, dejando a su abuela viendo fijamente al fuego, mientras temblaba y se sacudía.
Dos policías delgados ayudaban a un tercero a meter el pálido cuerpo de la mujer dentro de la bolsa negra, mientras una multitud rodeaba la grotesca escena. El plan había salido a la perfección. En ese momento vestía como una persona normal, nada de máscaras de porcelana ni ropa negra. En ese momento tendría que ser una persona más en la multitud que rodeaba el pálido y frío cadáver de la mujer. La pobre no tenía culpa de nada, solo se había metido en donde no debía, y alguien se tenía que encargar de que no se metiera más.
Un hombre la había encontrado esa misma mañana, mientras hacía su rutina diaria de ejercicios se tropezó con un brazo blanco que salía de entre las plantas que rodeaban el camino.
Cuando uno de los autos se llevó el cuerpo, la multitud desapareció tan rápido como habían llegado. Uno a uno se retiraron a sus hogares.
Aunque todavía quedaban restos del cabello rubio de la mujer en el suelo.
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Valeria
Mistério / SuspenseLuego de la muerte de su querida prima, Valeria, a Claire le comienzan a llegar extraños mensajes. Al principio parecen solo coincidencia, pero a medida que avanza el juego se vuelven más personales. Ahora tendrá que descubrir la verdad detrás de la...