Prólogo.

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El frío era algo constante en mi vida, no porque viviera en un lugar con este clima, sino, porque he pasado más tiempo dentro de una pista de hielo que en mi propia habitación

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El frío era algo constante en mi vida, no porque viviera en un lugar con este clima, sino, porque he pasado más tiempo dentro de una pista de hielo que en mi propia habitación. Soy una patinadora artística "profesional", lo digo de ese modo porque nunca me ha gustado identificarme de ese título, tengo cientos de premios de primer lugar y algunas medallas de oro que he ganado en todos los concursos y competencias en las que he participado desde que tengo uso de razón.

Patinar sobre hielo ha sido mi vida incluso antes de nacer, mi madre fue una de las mejores patinadoras artísticas de los 80 y mitad de los 90, hasta que se fracturó el tobillo y tuvo que dejarlo, pasando el tiempo se casó con papá y un par de años después nací yo. Mi madre no dejo el patinaje, se convirtió en entrenadora profesional y cuando tuve la edad suficiente para ponerme de pie y mantener el equilibrio. Ella misma me puso los patines y comenzó a entrenarme.

Nunca he tenido una educación "normal", fui educada en casa por mi padre. Él es profesor de historia en la Universidad de California, aquí, en Los Ángeles. Irónico vivir en un lugar donde siempre o casi siempre hace calor y reina el sol, pero como dije, el frío predomina en mi vida. Deje de estudiar cuando cumplí 20 años para enfocarme al 100% en el patinaje artístico, mi madre dijo que podía tener una vida estable si me dedico a ello de por vida, ella, a pesar de su accidente logró seguir dentro de este mundo —que es su pasión—, pero desgraciadamente no la mía.

Como mencione, mi madre me puso unos patines incluso antes de poder hablar bien, nunca me pregunto si yo quería, ella decidió que esta sería mi vida, se enfocó en entrenarme para que sea la mejor y aunque me gusta, no es mi pasión.

He conocido a cientos de chicas durante todos estos años, puedo notar una diferencia absoluta entre ellas y yo, ellas patinan con el corazón, aman lo que hacen al contrario de mí, pero cada vez que he intentado comentarlo con mi madre en el pasado, ella cambia de tema, se molesta o explota alegando que ella ha dado su vida para que yo tenga una carrera y sea una famosa patinadora. Desea que tenga lo que ella no pudo tener y no quiero ser malagradecida, todo lo que tengo y soy es gracias a ella, pero también gracias a ella no he tenido una vida normal. Tengo 23 años y aún no he tenido novio ¿Qué clase de chica de mi edad no tiene al menos tres chicos en su lista de exnovios? Pues yo soy esa chica, en la vida me he rodeado de muchas chicas —ya lo mencione—, he ahí el dilema, ni un chico a la vista, claro que no soy tan inocente, he logrado escapar de las reglas estrictas de mi madre un par de ocasiones con ayuda de mi mejor amiga Paula y su madre.

Paula es mi mejor amiga desde que tengo memoria, ella y yo comenzamos a entrenar juntas. Su madre y la mía se hicieron amigas dado a esto, pero la madre de mi amiga no es como la mía, ella sí permite que su hija salga y tenga una vida normal, vaya a la universidad y tenga un novio como una chica de nuestra edad debería hacer.

Juntas me ayudan a escapar de vez en cuando de la rutina, con la excusa de una pijamada improvisada en casa de Paula, pero en realidad nos vamos al cine, a la feria. Salimos con sus amigos de la universidad a fiestas que se ponen algo locas después de la media noche o como últimamente le gusta a mi querida amiga, ir a toquines —como los llama a ella—. Son conciertos de bandas desconocidas que generalmente se hacen en bares o antros donde se presenta más de una banda local por noche. Paula adora este tipo de eventos, en especial porque está teniendo una tendencia extraña en fijar su atención en jóvenes músicos y besuquearse con ellos en cuanto salen del escenario, no me molesta, pero si tengo que esperar que deje de enrollarse para poder dormir.

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