💜 Santa Mónica.

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Nunca había tenido una cita en toda mi corta vida, a menos que cuente las citas que mi madre me agendaba en la peluquería y spa, no, no creo

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Nunca había tenido una cita en toda mi corta vida, a menos que cuente las citas que mi madre me agendaba en la peluquería y spa, no, no creo. No estoy segura si Kalev ha hecho este tipo de cosas con alguien más y me temo que no me gusta imaginar que así fuera.

Podía sentir los pequeños granos de arena cuando daba el paso, estaba como en un trance con las luces violetas que emanaban de la gran Noria, había visto tantas fotos y vídeos de este lugar, uno de los más turísticos en Los Ángeles. Mi madre nunca accedió a venir y mi padre me prometió que algún día me traería, pues ya no tiene que hacerlo, estoy aquí con el chico que me gusta.

Kalev entrelaza su mano con la mía mientras avanzamos, hay poca gente, más de lo normal, supongo que es porque aún no es verano. Este lugar es muy conocido por salir en películas de Hollywood ¡Hasta me siento como una artista caminando por aquí!

—¿Quieres un algodón de azúcar? —Observo el puesto de golosinas—. No me digas que jamás has comido uno —me mira escéptico.

—Pues si te digo.

Suspira y tira de mí para formarnos a por unas golosinas. Creo que a Kal le gustan los dulces, ha pedido dos algodones de azúcar, dos churros, y dos bebidas congeladas.

—Esto es demasiado.

—Apenas estamos empezando —sonríe dando un mordisco a su churro—. Esta delicioso —habla con la boca llena—, dale un mordisco al tuyo.

Estoy muy consiente que tal vez suba unos tres kilos esta noche, pero por otro lado, Kal me hace querer acabarme todo de un solo mordisco, se ve que él lo está disfrutando y la verdad todo huele muy bien. Decido comenzar con el algodón de azúcar, no tiene mucha ciencia, azúcar y ya está ¡Un genio quien creo esto! El churro fue otra cosa muy distinta, un tipo de pan extraño y alargado, con azúcar y... sé que me voy a arrepentir de decir esto, pero deliciosa grasa que hace la diferencia, es como el boleto directo al hospital por obesidad mórbida ¡Pero qué bueno está!

—¿Te gusto?

—¡Está buenísimo!

Suelta una carcajada.

—Sabía que te gustaría.

Con sus pulgares me ayuda a quitar el exceso de azúcar de mis mejillas.

—Mucho mejor —pellizca mi nariz—. ¿Hacia qué dirección quieres ir primero?

Lo tenía muy claro, era obvio.

—¡La Noria!

—No, esa gigantesca rueda será lo último, créeme, valdrá la pena —guiña sonriente.

—Bien, entonces guíame.

Kal entrelazo nuestras manos de nuevo, yo no paro de ver a todos lados, este lugar es mucho mejor de lo que imaginaba, todo está lleno de luces color neón, las personas juegan y ríen, los pocos niños que hay se divierten y corren de atracción en atracción. La música de momento suena de fondo, pero deja escuchar a las olas chocar con la costa bajo el muelle, el clima es perfecto, siento una ligera brisa en mi rostro al caminar y mi cabello se remueve un poco al igual que el de Kal, quien no deja de sonreír.

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