Acompaña a Diana en su aventura por la vida después de que decide escapar de las reglas y rutina que ha seguido desde que tiene memoria, cuelga sus patines y se aleja de la pista de hielo que la ha visto crecer.
Una noche de rebeldía es la causa de...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ver a Kal sobre el escenario es como un sueño, las luces iluminando su piel que brilla gracias al sudor, su rebelde cabello moviéndose a cada rebote de su cabeza con el ritmo del tom, esa sonrisa torcida que me dedica cuando está a punto de hacer su solo en la última canción. Todo pasa en cámara lenta para mí, solo puedo enfocarlo a él con la música de fondo, podría verlo por horas sin cansarme y cada minuto lo disfrutaría como la primera vez.
Los chicos son aclamados en su pueblo natal, todos aquí parecen conocerlos. Kal me contó antes de subir al escenario que la banda comenzó hace 7 años, él tan solo tenía 18 y ni siquiera sabía lo que quiera de la vida. Valiant fue el primer bar en darles una oportunidad, por ello decidieron que aquí comenzarían su gira y lo entiendo completamente, ellos son apreciados por los habitantes del condado, pero sobre todo, agradecidos. El bar no es la gran cosa, es pequeño con un escenario de unos 10 centímetros arriba del suelo y tan estrecho que apenas y caben los cuatro. Ellos lo disfrutan como su fuera el más grande con millones de personas mirando, escuchando y bailando su música.
Podría apostar lo poco que tengo a que ellos llegarán lejos, su talento será reconocido. No lo digo porque esté enamorada del baterista, solo falta ver cuanta gente los aplaude para darte cuenta del talento que tienen. Me muero de ganas por descubrir hasta donde llegaran estos cuatro chicos.
Erick anuncia que la banda tomará un descanso de 20 minutos, de hecho ya se pasaron por 30, pero no se pudieron negar a todas las personas que pedían más.
Kal baja del escenario, toma mi cintura y me besa, diría que con pasión al roce de la lujuria, nunca lo admitiré, pero me encantan las noches de concierto, eso lo deja eufórico y con ganas de descargar toda la adrenalina.
Los chicos comienzan a silbar a nuestro alrededor. Kal deja besos cortos separándose de mí paulatinamente, sonriendo como solo él es capaz de hacerlo.
Después del pequeño show que acabamos de dar, los chicos y yo nos sentamos en una pequeña mesa que el dueño reservo para nosotros. Todos con cerveza en mano comentando lo bien que están sonando y lo mucho que la gente los apoya.
Le doy un sorbo a la botella, Kal se burla del gesto de asco que expreso.
—Creo que alguien no le gusta la cerveza —guiña burlón.
Arrugo la nariz y le muestro mi lengua.
—No es lo mejor que he probado ni de cerca.
Sonríe y se inclina hacia mí dejando un casto beso que no me esperaba.
—Tú eres lo mejor que he probado —guiña coqueto.
Cuando dice esas cosas me hace sonreír como tonta. Le doy una oportunidad más a la cerveza que tengo enfrente, tomo la botella no tan convencida y le doy otro trago. Es ligeramente espumosa y deja un sabor amargo sobre mi lengua.
—Toma —Erick pone frente a mí una limonada—, permíteme —quita la botella de entre mis dedos—, un intercambio justo ¿No crees? —guiña un ojo tomando de la botella que hace segundos estuvo sobre mis labios.