Morir de Alegría

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La Bestia suspiró, según su costumbre, al decir estas palabras, y la Bella se acostó con la


tristeza de verlo tan apesadumbrado.

Cuando despertó a la mañana siguiente se hallaba en casa de su padre.
Sonó a poco una campanilla que estaba junto a la cama y apareció la sirvienta, quien dio un gran grito al verla.

Acudió rápidamente a sus voces el buen padre, y creyó morir de alegría porque


recobraba a su querida hija, con la cual estuvo abrazado más de un cuarto de hora.

Luego de estas primeras efusiones, la Bella recordó que no tenía ropas con que vestirse, pero


la sirvienta le dijo que en la vecina habitación había encontrado un cofre lleno de magníficos


vestidos con adornos de oro y diamantes.

Agradecida a las atenciones de la Bestia, pidió la Bella que


le trajesen el más modesto de aquellos vestidos y que guardasen los otros para regalárselos a sus


hermanas; pero apenas había dado esta orden desapareció el cofre.

Su padre comentó que sin duda la


Bestia quería que conservase para sí los regalos, y al instante reapareció el cofre donde estuviera


antes.

La Bella Y La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora