Reproches

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Sin embargo, la Bella se reprochaba el pesar que así causaba a su pobre monstruo, a quien
amaba de todo corazón, y se entristecía de no verlo.

La décima noche que estuvo en casa de su padre,
soñó que se hallaba en el jardín del castillo, y que veía cómo la Bestia, inerte sobre la hierba, a punto
de morir, la reconvenía por sus ingratitudes.

Despertó sobresaltada, con los ojos llenos de lágrimas.


“¿No soy yo bien perversa”, se dijo, “pues le causo tanto pesar cuando de tal modo me
quiere? ¿Tiene acaso la culpa de su fealdad y su falta de inteligencia? Su buen corazón importa más
que todo lo otro.

¿Por qué no he de casarme con él? Seré mucho más feliz que mis hermanas con sus maridos.

Ni la belleza ni la inteligencia hacen que una mujer viva contenta con su esposo, sino la
bondad de carácter, la virtud y el deseo de agradar; y la Bestia posee todas estas cualidades.

Aunque no amor, sí le tengo estimación y amistad.

¿Por qué he de ser la causa de su desdicha, si luego me
reprocharía mi ingratitud toda la vida?”

La Bella Y La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora