4. Mi amigo que te quiere conocer.

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Miguel Hugo estaba muy tranquilo de la vida sentado al borde de su cama, con Christopher Yosbel sentado en el piso mientras le tejía unas clinejas en el pelo amarillo y hablaba de su remanente 'e gatos y regañando a Christopher por no sé qué vaina

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Miguel Hugo estaba muy tranquilo de la vida sentado al borde de su cama, con Christopher Yosbel sentado en el piso mientras le tejía unas clinejas en el pelo amarillo y hablaba de su remanente 'e gatos y regañando a Christopher por no sé qué vaina.

Minho al fin.

—Y por el amor a Jesucristo, Christopher, te me comportas cuando llegue Jisung y sus amigos. No es que te vas a andar jugando con la harina kike güeliéndotela como si fuera crippy, madura, muchacho, que este año cumples dieciocho y todavía andas de mentepollo —regañaba el pelinegro, peinando con un cepillo (que parecía de alambre para el mayor) los cabellos alborotados del rubio.

Chan hacía más muecas por el dolor que yo de carajita cuando mi mamá me agarraba dos moñitos que me templaban los ojos.

—Coño, quédate quieto —volvió a regañar, pegándole en el brazo con la parte dura del cepillo.

Bang se quejó.

—Nagüevoná, más nunca dejo que me tejas clinejas —dijo, tapándose la cara con las manos para aguantar el dolor.

Sí es chillón.

Jeongin rodó los ojos desde el balcón de la casa de Minho. Él estaba sentado, aprovechando el WiFi del vecino porque resultaba que el módem de el Lee mayor lo había mojado y escoñetado Felix hace como tres meses cuando fue a pasar el 31 con su primo. Estaba relajao' en YouTube viendo reacciones balurdas al azar, agarrando arrechera de vez en cuando porque el internet se pegaba y no le quería reproducir el vídeo.

Muy normal, otro día en Venezuela hasta que escuchó en la calle una pelea de carajitos.

—Bueno chamo, llevamos recorriendo todo El Tamarindo y no sabemos dónde verga es que vive el coño 'e pepa ese —refunfuñó un castaño claro, frenándose en medio de la acera a una casa de distancia. Jesús de Inés los veía desde abajo como el chismoso que era.

—Me dijo que era una casa de dos plantas, anaranjá' —habló Jisung. Sí, Jisung Han, porque el Park y los sopotocientos otros no están en este cuento.

Yang los veía sufrir porque andaban perdíos 'e metras, pues esa urbanización era medio grande.

—Ahí hay una —señaló otro castaño clarito, pero éste era más chiquito que el otro. Se veía hasta más bajito que Jisung y eso ya era bastante.

—Haberme dicho antes, pegoste, llevo viendo esa casa desde hace veinte minutos —habló el más alto del grupo. —¿Quién pega un grito pa' ver si esta es la casa? —preguntó. Ninguno salió a ofrecerse, sape, no son locos de sabana ni nacidos en un chinchorro en medio del llano. —Ya sabía yo —dijo. Jeongin levantó una ceja, y en cuanto Hyunjin se dio la vuelta para gritar, Jesús de Inés no calculó que iba a gritarle al balcón y él se vio clarito mirando pa'bajo entre las rejas.

Sendo fallo. Hyunjin quedó con el grito en el gañote y la jeta abierta al verlo ahí; al menor del tiro se le bajaron las plaquetas. Entonces, el muy esgraciao' del pelinegro elevó ambas cejas, sonrió, y después se puso a gritar:

¡Nagüevoná, Hyunjin! [SKZ - HYUNIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora