V E I N T E

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Frase:

Lo que hagas, hazlo con el corazón, tal vez la persona no se acuerde, pero la vida sí.

No consigo gritar.

Cualquier sonido se queda atorado en mi garganta mientras los ojos vacíos de mi hermana me miran. Ya no se mueve, ya no lucha, y no consigo quitar mis manos de encima de ella.

Sujeto la cortina todavía, conteniendo la respiración. Poco a poco siento como la brutalidad de lo que ha pasado se apodera de mi conciencia.

Me pongo de pie y cierro la llave de la regadera, mirando el cuerpo inerte que yace a mis pies. Abro la boca pero nada sale, mi garganta duele y mis ojos están húmedos por las lágrimas que no he podido derramar. Me llevo la mano a la boca con incrédulidad, pálida, asqueada, negando con la cabeza repetidas veces porque no puede ser real.

Yo no pude hacer esto.

Mi corazón late demasiado rápido y, a la vez, sin la suficiente fuerza para soportar el dolor que empiezo a sentir. Caigo de rodillas y extiendo mi mano para tocar su rostro, indecisa. Retiro la cortina y mis dedos se acercan a la piel aún mojada de su mejilla.

-Fi...fi...-balbuceo con un hilo de voz. Mis ojos están tan abiertos como pueden estar hasta que la toco. El impacto de su piel helada contra la yema de mis dedos es tan abrumador que me hace gritar aterrada -No- gimo, cerrando los ojos y haciéndome añicos de dolor.

-¿Pilar?- Mi pulso se detiene y me giro con rapidez para encontrar a Sofía de pie en la puerta -¿Qué pasa? ¿Por qué gritas?- Exhalo ruidosamente al verla. Tomo bocanadas de aire que más bien me dejan sin aliento y sé que si no me calmo empezaré a hiperventilar.

Busco mi voz pero no la encuentro. ¿Qué es lo que está pasando? Miro al suelo detrás de mí pero no hay nada, la cortina está en su lugar, no hay miradas vacías ni piel helada.

-¿Pilar?- Llama de nuevo. Me giro hacia la puerta y el alivio que siento de ver a mi hermana casi me hace desfallecer.

Mis músculos se debilitan, estoy conteniendo todas las emociones que se encuentran en ebullición en mi interior. Parpadeo para alejar las lágrimas, la impresión no me deja moverme aún. Ella escruta mi rostro, puedo ver su preocupación; puedo ver el miedo asomándose en sus claros ojos.

-Había u... una cucaracha- Susurro, ella frunce el ceño confundida -Tú sabes que me dan pavor- Me obligo a mantener mi voz neutral, pero sé que nota el pánico en ella.

-Pilar...- Hay cautela en su voz y me pone en guardia, no quiero que me tema. No ella.

Intento ponerme de pie y me tiende la mano. La tomo regocijándome en el calor de su piel, en sus pestañas titilantes y su suave voz. Viva. Está viva, está bien. No le he hecho nada malo. Pongo cada gramo de energía que me queda para sonreírle.

-Nada, me saltó de pronto. Me asusté- Me mira escéptica y lanza una mirada al suelo detrás de mí. Busca al insecto pero no encuentra nada. La preocupación en sus ojos pone un nudo en mi garganta otra vez. Me llevo la mano al pecho -Dios, fue horrible, casi me da un infarto- Ella entrecierra los ojos.

-Pues debió ser una cucaracha ninja porque la cara que tenías era de puro terror- Le lanzo un débil manotazo.

-Cállate, ¿Dónde estabas? Vine a preguntarte si ya habías cenado- Las palabras se sienten como vidrios cortando mi garganta, me ahoga la necesidad de abrazarla y llorar.

-Pues que te quedaste con mi pijama, lista, estaban en tu cuarto buscándola.- Salimos del baño y me pregunta si tengo hambre. Le digo que el susto me lo quitó y que no volvería a enfrentarme a un bicho de esos.

Se ríe de mí mientras nos encaminamos a nuestros repectivos cuartos, se detiene en el umbral del suyo y me apunta con el dedo.

-Pues, a la otra háblame a mí. Yo la mato- Cierra la puerta y, aunque sonrío para ella, sus palabras se quedan flotando a mi alrededor.

Yo la mato.

Ahogo un sollozo y cierro la puerta para lanzarme a mi cama, llorando desconsoladamente contra la almohada cuando me sepulto bajo las cobijas.

¿Qué me está pasando?

La frase resuena en mi cabeza una y otra vez mientras recuerdo a mi hermana en el piso de la bañera. Mis manos sobre ella. Y viene a mi mente aquel día en la habitación; su cuerpo herido, la sangre en mis manos.

Mis manos, mi culpa.

Los sollozos que escapan de mi boca me hacen temblar y me lastiman el alma. Tapo mis oídos para alejar a esas tres palabras de mi mente pero me resulta imposible hacerlas desaparecer.

Yo la mato.

Yo la mato.

Yo la mato.





Asesina (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora