D I E C I N U E V E

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Frase:

Quizás no lo comprendas al principio... pero más adelante sabrás porqué tiene que ser así.


En mi pecho vibran una mezcla de sentimientos que no logro calmar.

Dolor. Tristeza. Rabia.

Trato de centrarme en uno solo para tranquilizarme pero por alguna razón elijo a esa ira que no consigo domar. Siento que arde y me consume, que se apodera de mí.

Estoy en los baños del centro comercial tratando de huir de estos sentimientos, y sólo logro sentirme perseguida por mi propio reflejo.

Abro la llave y me mojo la cara; la mujer que está arreglando su maquillaje me da una mirada desdeñosa y se aleja con una mueca disgustada. Me dan ganas de... No. Me miro a los ojos y me repito que no debo de estar enojada.

No con ella, ni con Robinson, ni con nadie más que conmigo. Niego y camino de un lado a otro. Siento mi pulso en las yemas de mis dedos. Respiro profundo una y otra vez porque me siento acorralada.

Como si mi propio cuerpo fuera una jaula y no consiguiese abrirla para ser libre de una vez.

-Basta. Esta no eres tú- Me digo.

Una niña viene llorando y su madre viene detrás, diciéndole lo tonta que es; ha manchado su vestido nuevo. Los ojos llorosos de la niña se elevan hacia mí y tengo que apretar los dientes para no girtarle a su madre.

Me ajusto la bolsa al hombro y salgo pisando fuerte, empujando en mi camino a esa estúpida mujer. Suspiro cuando salgo del baño y cierro los ojos, pienso en Sofía y en Connor, esos dos que me hacen sentir un ser humano normal. La mirada radiante de Connor, la risa traviesa de Sofía, sus bromas, mis propia sonrisa.

Me apoyo en la pared inhalando y exhalando profundamente por varios minutos. Por ellos logro tranquilizarme, por lo que ellos me hacen ser consigo alejar la cólera. Abro los ojos y me relajo, encaminándome a la salida para ir a casa ya.

Antes de salir me acerco a una de las islas por una paleta de hielo, pero antes de pedir mi mirada se desvía sobre el hombro del dependiente. Un escaparate llama mi atención y las palabras "Yo arderé en rojo" llegan a mi mente como golpe de un mazo.

Su impacto llega a mi interior con fuerza, se asienta en mi estómago, me reta. Siento mis labios sonreír, completamente ajenos. Me alejo del mostrador y me acerco a esa tienda, mi sonrisa ensanchándose más con cada paso que doy.

Creo ser un títere cuando me detengo frente a la vidriera.

Observo el hermoso vestido carmesí de arriba a abajo y ladeo la cabeza con el ceño fruncido porque no entiendo que me ha movido hasta aquí. Niego repetidamente y mis ojos caen en algo más que el vestido. Caen en esos pozos oscuros que me examinan en el reflejo del cristal.

Es esa chica de nuevo.

¿Qué demonios quiere de mí?

Ella sonríe y no puedo dejar de mirar. Su imagen resplandece y se desborra, igual que el vestido frente a mí.

Algo en mi interior revolotea, de nuevo, como la primera vez que la vi. Se siente bien. Veo el vestido una vez más de arriba a abajo y entro en la tienda, guiñándole un ojo a las oscura mirada que me observa en el cristal.




No es hasta que me estaciono en mi casa que me doy cuenta de mi móvil descargado. En cuanto entro a la sala, Sofía me lanza un cojín, haciéndome reír.

Me siento tranquila de una manera casi perturbadora.

-Imaginé que estarías dormida- digo, arrojándole el cojín de vuelta.

-No te sientas tan rebelde, no son ni las once- Me muestra la lengua y le saco mi dedo corazón.

-¿Y papá?- no he sabido de él desde que discutimos, Sofía entrecierra los ojos.

-¿Qué se traen ustedes dos?- Acusa -No me arquees la ceja. El vino hace rato a avisar que tenía otro viaje y, por cierto, no sé porqué diablos lleva tantos días sin descansar, me preguntó por ti con esa cara seria que él pone, así- Junta sus cejas todo lo que puede y levanta el labio superior.

Me rio

-¿Así?

-Sí, justo así y me pidió que te dijera que volvía hasta el domingo- Me rio de nuevo cuando se levanta y me sacude los hombros. -¡El domingo, Pilar! Ese hombre va a morir por tanto trabajar. Habla con él, porque si están peleados y por eso ya no quiere estar aquí, tú pagarás todo lo del funeral.- Me da un golpe en la cabeza y corre cuando intento devolvérselo.

-Ya no le veo ni un pelo- Sigue diciendo entre risas mientras correteamos en la sala.

-Eso es porque se está quedando calvo- suelto.

Ella entrecierra los ojos pero termina carcajeándose, camina hacia atrás y tropieza. Aprovecho y salto sobre ella. Caemos juntas al suelo con fuerza y lloriqueamos, medio riendo también.

-Vale- digo, cansada por la persecución -Veré como lo arreglo- Ella se pone de pie y dice que es necesario. Me tiende la mano para ayudarme a levantarme y cuando la tomo me empuja de nuevo al suelo.

-¡Voy primero a la ducha!- Grita alzando las manos. Gruño, pero termino sonriendo al ponerme de pie.

Escucho la puerta del baño cerrarse y me quedo parada en medio de la sala un buen rato, sintiendo el cansancio apoderarse de mí. Después de varias respiraciones profundas, me dirijo a la puerta principal y salgo con dirección a mi coche, sacando la caja con el vestido para guardarla sin que Sofía la vea.

Es demasiado curiosa y yo estoy muy tranquila como para arruinarlo alterándome con sus preguntas. Me siento bien justo ahora y no quiero echarlo a perder. Vuelvo a casa, entro a mi habitación y pongo la caja bajo mi cama, volviendo sobre mis pies a la cocina por algo de cenar.

-¡¿Ya comiste algo?!- pregunto, pero mi hermana no me contesta. Me encamino al baño rodando los ojos -Sorda, pregunté si ya cenaste- Me detengo frente a la puerta y agudizo el oído; solo se escucha el agua caer. Golpeo la puerta antes de entrar.

-Voy a pasar, espero no estés... ¡Oh, Dios mío!- Empujo la puerta y caigo de golpe junto a mi hermana. Está tirada en el suelo de la bañera con la cortina del baño envolviéndola. Veo que lucha y trato de desenredarla porque su cara está cubierta y temo que no pueda respirar..

-¡No te muevas! ¡Sofía no te muevas, voy a ayudarte!- Pido, tratando de estirar la cortina, sus ojos se encuentran con los míos a través de esta y el miedo que veo en ellos me aterroriza -Tranquila- Susurro más para mí que para ella, ahogándome con mis lágrimas, pero los segundos pasan y no puedo quitarle la cortina por más duro que intento.

Gruño y sigo intentando. Mi corazón golpea con fuerza contra mi pecho y mi visión se torna borrosa. No encuentro la orilla de la cortina para destaparla. Ella deja de manotear y retorcerse poco a poco, intento no sollozar descontroladamente.

 Fifi rasguña mi cara cuando su mano logra escapar por el borde de la cortina; arde pero lo ignoro. Siento como si una ventisca de aire helado me atrapara, es entonces que me doy cuenta de que mis manos presionan la tela plástica contra su rostro, no lo alejan de él.

Sus ojos claros, aterrorizados, se clavan en los míos, mientras pelea menos cada vez. Su boca se abre buscando el aire que no esta ahí y mi sangre se congela al verla agonizar.

Dios, no.








Asesina (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora