2010: Palabras rotas (Dégel/Kardia, Camus/Milo)

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El santuario. Siglo XVIII.

Encorvado sobre la mesa junto a la ventana, Dégel de Acuario sostenía una pluma en su mano. La hoja que tenía ante sí estaba en blanco. Llevaba días de esa manera. No era la primera vez que Dégel se sentaba frente a ella, buscando las palabras con las que responder a una cierta carta que le había llegado desde lejos.

Además, no era extraño que soliera encontrar una excusa para retrasar la tarea. Podía ser que recordara que tenía algo más que hacer que requería su atención urgente, que debía ocuparse de investigar algún asunto, o que Kardia lo interrumpiera impidiéndole concentrarse.

A pesar de esto, sabía que tenía que responder y se decía que quería hacerlo, pero siempre había algo que lo detenía de una u otra manera. Y cuando por fin se decidía, las palabras se le atascaban en la boca del tintero, tal como ahora. Esa carta llevaba un buen tiempo esperando pacientemente sobre el escritorio para ser atendida.

―¿Qué haces? ―preguntó Kardia. La sombra del guardián de la octava casa cubrió por completo la hoja en blanco. La voz, que venía desde sus espaldas, devolvió a Dégel al mundo real. No tenía claro cuánto tiempo llevaba concentrándose en la carta, y tampoco había notado la entrada de Kardia, que como de costumbre no se había anunciado ni había pedido permiso.

―Escribo ―respondió con cierta molestia. Movido por un reflejo, atinó a proteger la hoja de la mirada de Kardia, aunque no había nada escrito en ella.

―¿Ah, sí? ―rió Kardia―. ¿Con tinta invisible?

Dégel se dio la vuelta y se encontró con que Kardia sonreía con una expresión socarrona que contrastaba con su propia seriedad. Después de sostenerle la mirada por un buen rato, Dégel regresó su atención hacia la mesa y tuvo que volver a enfrentarse con la hoja vacía. La tinta de la pluma que tenía en la mano estaba seca.

―No tengo por qué darte explicaciones de todo, Kardia ―respondió Dégel en tono cortante. Kardia bostezó sonoramente y se apoyó en el borde de la mesa.

―Qué melodramático. Después se supone que yo soy el exagerado. ¿Es otra de esas cartas que te envía tu amigo desde Siberia?

La pregunta podía parecer casual, pero ambos sabían que no había sido hecha a la ligera. El silencio que siguió a continuación fue suficiente respuesta para Kardia, cuya sonrisa se fue desvaneciendo de a poco. Cruzó los brazos y buscó la carta con el rabillo del ojo, pero Dégel se había ocupado de ponerla ya fuera de su alcance.

―Sí ―susurró Dégel al pasar, mientras buscaba una excusa para parecer ocupado. Eligió volver a poner algunos de los libros que se apilaban sobre el escritorio de vuelta en la biblioteca.

―¿Es la misma de la semana pasada? ―preguntó Kardia. Una vez más, silencio. Kardia no podía dejar de notar que Dégel se veía bastante miserable cada vez que salía a relucir ese tema.

Había algo extraño sobre esas cartas. Su llegada parecía cargar un peso que se iba acumulando sobre los hombros de Dégel y aumentando progresivamente cuanto más demoraba en responderlas. Una vez que lograba contestarlas, parecía que se hubiera liberado de cadenas que lo retenían. Pero cuando otra de ellas aparecía, el proceso empezaba de nuevo.

No siempre había sido así. Había habido un tiempo en que las cartas eran motivo de alegría.

―Cállate ―Dégel estaba ahora frente a él, mirándolo con severidad a través del cristal de sus lentes. Kardia tuvo la sensación de que estaba leyendo sus pensamientos.

―¿Es una orden? ―replicó Kardia, adelantándose desafiante. Dégel se movió hacia él, enterró la mano en su melena y lo tomó por la parte trasera del cuello, acercándolo con firmeza.

Oneshots BL de Saint Seiya (Lost Canvas+G+clásico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora