Capítulo 20. - Ella no es suficiente para ti.

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¿Cuántos minutos puede estar una persona sin respirar antes de morir?, si lo llevamos al tiempo que llevaba Juli temblando y apretando la mano de Camila, eso serían varios minutos, disfrazados como horas, incluso como siglos. El nerviosismo de verdad había hecho olvidar a la morena la manera correcta de respirar, incluso, habían hecho que se le olvidara como se hablaba.

Nadie podía culpar a Juliana por el extremo nerviosismo que la había atacado; la mirada compenetrada de ambos padres había hecho que su sangre se helara, incluso haciéndole pensar que ellos sabían algo del accidente que la había torturado por lo que parecía, un largo tiempo.

Había algo en la mirada de esas personas que estaba haciendo a Juliana querer correr. Quizás era por el hecho de que sus miradas gritaban desagrado con mucha fuerza, o porque tenía la sensación de que le estaban leyendo el alma, lo cierto es, que la opresión en el pecho iba en aumento a cada minuto, cuando con temor la morena esperaba a que los padres confirmaran que sabían su secreto, que sabían que ella era la culpable del dolor de sus vidas.

—Bueno. — El hombre pareció romper el ambiente tenso con voz estridente. — ¿Cuál de las dos piensa hablar?

—Camila. — Llamó la mujer mayor mirando con cierto desprecio a la morena. — Habla, ¿Quién es esta niña?

La pelirroja iba a hablar, pero la mano rígida de Juliana le impidió moverse del lado de la muchacha. Con cuidado se giró para encontrar los ojos suplicantes y perdidos en pánico de la morena; eso solo fue motivo para que diera un paso más cerca de ella y la abrazara como si de verdad pudiera absorber todo ese miedo.

—Tranquila. — Susurró. — Ellos no son tan malos como parecen.

—Es que... es que...

Una caricia acalló todo lo que Juliana quería decir. — Es que ellos te amarán tanto como te amo yo cuando te conozcan.

Camila sonrió al ver ese esbozo de sonrisa que aparecía en la comisura de los labios de su novia. Si bien ella también sentía miedo, había algo que le hacía sentirse completamente segura, y eso era el real sentimiento que tenía por esa humilde chica que le había enseñado el valor de lo que es indispensable en la vida, el amor, la lealtad, la verdad, el esfuerzo. Valores que por cierto, Juliana representaba en toda la extensión de la palabra.

—Papá. — Comenzó en ese tono ceremonial que le gustaba emplear en situaciones lo ameritaban. — Les presento a Juliana Pérez. — Tiró con suavidad de la chica para posicionarla a su lado. — Mi novia.

El hombre miró con una ceja alzada a la chica que parecía ser una maleante con esas ropas apretadas y completamente negra. Bien podía darle el beneficio de la duda a esa muchacha, después de todo, su hija siempre había sido un poco quisquillosa y prejuiciosa con respecto alas personas que dejaba entrar en su vida; podía ser que solo fuese una moda que la morena quería seguir, y que a fin de cuentas fuese hija de un excéntrico millonario que podría cumplirle todo los caprichos a su pequeña.

—¿Pérez? — Preguntó. — ¿Hija de Alejandro Pérez? Mi amigo del club de yates. — Explicó a su esposa.

—N...no. — Respondió temerosa la morena. — Mi...mi... mi familia...

El llanto se atoró en la garganta de la muchacha. ¿Qué podía decir? ¿Qué sus padres siempre habían sido tan humildes que nunca tuvieron si quiera para un juguete nuevo en navidad? No, mejor les diría que sus padres eran dos personas despiadadas que no habían tolerado que su hija hiciera lo que estuviera a su alcance para sacarlos de la miseria. Quizás era más aceptable que dijera que ellos la habían lanzado a la calle cuando se habían enterado de que le gustaban las mujeres, y que la habían dejado con la única compañía de Natalia Afanador, su única familia.

Accidentes del destino - (Ventino) [Jumila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora