Capítulo 9 - Bocado de verdad.

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El corazón de Juliana latía desbocado, parecía querer salirse de su pecho, era como si la vida completa se hubiese volteado en ese pequeño papel que contenía tan simples palabras, pero a la vez, tan peligrosas. Natalia y Juliana se miraban con el más puro terror en los ojos, lo peor de todo, es que Natalia había hablado con el chico que trajo el correo y le dijo que, por temas de extravío, esa carta había llegado con 3 días de retraso, eso quiere decir que el día de mañana, ambas debían presentar una declaración; el motivo específico, aun no lo sabían.

—Lo descubrieron, saben que yo fui la responsable del accidente del hermano de Cami.

—No Juli, no puede ser eso. —Natalia se negaba a aceptar que su amiga pudiera volver a estar en peligro. —No Juli, intenta hacer memoria, ¿Te estacionaste mal en algún sitio? ¿Te saltaste alguna señal ética? ¿No pagaste una multa?

—¡No, nada de eso ha pasado! — gruñe de mala gana la morena, algo le decía que su libertad estaba en peligro, y por, sobre todo, que esa persona a la que tanto cariño le había tomado estaba por enterarse de la manera mas ruin de su mal actuar de hace un tiempo atrás.

—Juli, no puede ser eso.

—¡¿Entonces qué Natalia?! ¡¿Qué es?! ¡Porque me encantaría saberlo, me encantaría poder decir que no es eso, pero sabes que la única opción posible, sabes que no hay otra opción de... — Natalia ya no lo pudo aguantar más, solo y aferró con fuerza a la cabeza de Juli, en un intento vano de callar los reclamos de su mejor amiga!

—Por favor no lo digas... por favor... no quiero perderte. — Un sollozo escapó de los labios de la menor.

Juliana pasó los brazos de manera delicada sus brazos por la cintura de Natalia, dando rienda suelta al llanto que se agolpaba, se sentía vulnerable, quizás un poco traicionada por el cruel azar de la vida, un poco invadida por el karma; y aunque sabía que merecía un poco de dolor por sus malos andares pasados, pero no era justo que se jugara de esa manera tan cruel con su corazón, uno que después de todo era sensible y propenso a romperse.

—No digas eso, sabes que puedo estar en la selva y tu seguirás estando en mi corazón. — Reclamó Juli al sentirse débil por las lágrimas de su amiga.

—Pero no es justo, no te pueden juzgar por algo que no es tu culpa.

—Si fue mi culpa Nati, yo arrollé al hermano de Cami, por mi cobardía él murió solo, por mi culpa el no está con su hermana, merezco esto después de todo. —Juliana estaba volviendo a ser esa chica que se dejaba dominar por la culpa, aunque era consciente de que esto no era enteramente su responsabilidad.

—¿Y que hay de mi Juli? ¿No has pensado en la falta que me harías? ¿No has pensado en que yo te necesito? — Natalia no pudo más, simplemente se quebró, se derrumbó sobre sus propias rodillas y se dejó envolver por la abrumadora sensación de estar perdiendo lo único que le quedaba en la vida, su única familia. — Yo no sé como luchar sin ti... no sé como estar sin mi hermana; porque pese a que estoy horriblemente enamorada de Makis, sé que tú eres mi otra mitad, eres la persona que estará para mi sin importar que, pero tú quieres dejarte vencer.

—Nati no... — Juli pudo ver como las manos de Natalia temblaban aferradas a la alfombra, esto no era nada más que una premonición de desastre. —Nati, no... por favor... respira.

—No... puedo, a...ayu...da.

—¿Dónde está tu inhalador? — Juliana acariciaba suavemente la espalda de Natalia, como si de esa manera se pudiera mitigar los efectos de ese ataque de pánico, el que sabía a la perfección que activaría una crisis asmática en su mejor amiga.

—En... el...bol...so. — Natalia se estaba esforzando por empujar el aire a sus pulmones.

Juliana revolvía desesperada las cosas de Natalia; detestaba de sobremanera ver en ese estado a su amiga, está de más destacar que no era la primera vez que la veía de esa manera. Durante el extenso tiempo que significaba toda una vida, a Natalia Afanador le habían detectado asma leve, nada que con un poco de cuidado no fuese llevadero; pero los años hicieron lo suyo, y el dolor también, es por eso por lo que cuando Natalia se vio en la calle, su asma había empeorado por no tener el dinero suficiente para medicamentos, y claro que las crisis nerviosas no fueron un factor a favor de la muchacha de largos cabellos avellana. Juliana sabía que a Natalia le ardía el pecho, que la sensación de estarse sofocando debía ser horrible, y también sabía que, si no le daba su inhalador, Natalia podría llegar a desmayarse.

—Lo tengo.

Simplemente se arrodillo al lado de su amiga, quien con manos temblorosas y tomó posesión del pequeño aparato, soltando dos puf al instante que quedó suspendido entre sus labios. Natalia poco a poco sintió que el aire comenzaba a fluir con normalidad hacia sus pulmones, dejando de lado el ardor que sentía desde lo más profundo de sus pulmones.

—¿Pasó?

—Si. — Natalia tomaba profundas respiraciones, recuperando el aire que le fue negado por minutos.

Pasada la crisis, Natalia volvió a sentir que sus ojos se aguaron, que se inundaban sus pupilas de manera horrible, y ya no soportando la idea de que Juliana se estuviera rindiendo frente a las circunstancias que se le presentaban en este momento. Le fue insoportable ver los ojos marrones de la muchacha implorarle perdón y simplemente se puso de pie para ir directo a su habitación, fue ahí donde se permitió gritar contra es almohada, golpeándola, mordiéndola para desquitar toda su rabia, hasta que sintió unos brazos rodeando su cintura y un mentón apoyado en su hombro.

—No te quiero dejar. — El susurro de Juliana hizo que Natalia sollozara con más fuerza.

—No lo puedes asegurar.

—Si puedo, puedo asegurarte de que voy a luchar por seguir a tu lado, por seguir al lado de Cami.

—Por favor Juli, no me dejes, no quiero que me dejes.

Juliana no supo que responder, solo supo abrazarla con fuerza, solo porque no tenia palabras para expresar lo que sentía, no sabía expresar lo mucho que quería estar suspendida en un mundo en que la culpa no la azotara cada mañana, en que el amor no le oprimiera el pecho, Juliana no quería que nuevamente sus inseguridades la volvieran a encerrar en un mundo en el que el dolor y la culpa podían más que su fuerza de voluntad.

—No quiero hacerlo.

Con esas palabras ambas se quedaron dormidas, abrazadas, como desde hace tiempo no lo hacían, dándose el apoyo suficiente para no tener pesadillas, dándose las fuerzas para enfrentar el día que se les veía encima.

La mañana del sábado llegó, y con ello, la bendita citación que les revelaría los verdaderos propósitos de esa carta, y aunque se pudiera mal interpretar, Natalia y Juliana entraron a esa sala tomadas de la mano, solo porque necesitaban darse las fuerzas suficientes para dar los pasos necesarios.

—Podemos hacer esto. —Fue la promesa implícita que se hicieron ambas chicas al verse frente a los ojos acusadores de los entes de la justicia.

—Señorita Pérez, usted primero, pase a la entrevista.

Juliana iba temerosa, solo porque no podía tener a Natalia a su lado, por no tener a ese única persona que podía darle calma.

—Señorita Pérez, se le ha citado acá para tomar declaración sobre los hechos ocurridos hace un tiempo atrás. —Dijo solemnemente el hombre que tenía al frente. — Necesito que explique las razones exactas de porqué su carro se encontraba en lugar del accidente y posterior muerte de Joshua Esguerra, y por, sobre todo, porque usted no se encontraba con su coche.

Juliana no esperaba eso, solo quería salir corriendo, no sabía que el caso se seguía investigando, menos que habían dado con la dueña de ese carro, es decir, ella, quien había sabido ocultarse a la perfección hasta este entonces.

—Yo...yo.

—La verdad señorita.

En ese momento un mensaje distrajo su intención de la seca garganta que se negaba a soltar palabra, era de Camila.

Camila Esguerra:

¿Qué harás en la tarde preciosa?

¿Quieres ir a almorzar conmigo y Makis?

Puedes traer a la fea de tu amiga.


Capítulo 10 – Mentira Inocente.

Accidentes del destino - (Ventino) [Jumila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora