Capítulo 16 - Estoy contigo.

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Camila no sabía que hacer, nunca había visto a una persona tan destruida, no hasta que Juliana Pérez había aparecido en su puerta con las ropas mojadas, las manos manchadas de sangra y los ojos tan hinchados como si hubiera llorado por días, y lo peor de todo, es que parecía estar en estado de shock, completamente ajena al mundo, repitiendo cosas sin sentido que no alcanzó a descifrar en absoluto; solo podía abrazarla y luchar porque los fantasmas se disiparan y dejaran atrás a su chica.

—Mi amor. — Susurró mientras acariciaba el cabello de la chica, quien seguía mirando con terror sus manos. — Mi amor necesito que me dejes llevarte adentro, debes ducharte.

—La mataron. — Masculló con voz ausente, casi se podía decir que ni siquiera registró las palabras de la pelirroja. — Él... él... la...la mató.

—Juliana, necesito que entres, te vas a enfermar.

Entonces, sus ojos se volvieron a encontrar, y esas pupilas casi negras en su totalidad, habían vuelto de ese suave color avellana, esta vez, completamente apagados y carentes de toda esperanza, casi se podría decir que ella buscaba completamente desesperada una razón para seguir en ese mundo.

—Ne...necesito encontrarla.

—Primero entra, ahí dentro veremos todo lo que podemos hacer.

Juliana sollozó con fuerza. — Es que si la dejo, ella no volverá. — Pese a su resistencia verbal, la morena se dejó tomar con suavidad de los pómulos para juntar su frente con la de cierta pelirroja, y sin hacer un mayor esfuerzo por evitarlo, se vio arrastrada hacia dentro de esa gran casa. — Si la dejo, él me la quitará para siempre.

Camila no soportó verla tan rota y como si de una antigua pócima se tratase, ella tomó sus labios en un cálido beso que en cierto modo resguardaba en esa ternura, un poco de esperanza; la pelirroja tomó con suavidad los pómulos de su chica, y como si fuese un delicado cristal, comenzó a acariciarlos hasta que las yemas de sus dedos llegó la inconfundible calidez de las lágrimas.

—Princesa, por favor, necesito que me hables. — Por alguna razón, ella también sentía esa horrible sensación de querer llorar, aunque no sabía con claridad el porqué. — No puedo ayudarte si no me dices lo que pasa.

—Mataron a Natalia. — Sollozó con fuerza, dejando la mente en blanco de su novia. — Me la quitaron Cami, me mataron a mi única familia. — Comenzó a sollozar sin siquiera preocuparse de las personas que la escuchaban, ella solo comenzó a sollozar para mitigar el dolor que estaba haciendo más grande en su pecho, era como una burbuja de aire que le impedía respirar, hablar e incluso pensar, el dolor la estaba abordando con tanta fuerza que ni siquiera era capaz de escuchar los propios latidos de su corazón, solo podía escuchar el disparo repitiéndose una y otra vez, y por último, ese grito de dolor que le desgarró el alma en mil pedazos.

—¿La viste? — Preguntó la pequeña, intentando buscar algún hilo del que tirar, pero por sobre todo, no caer en pánico. — Juliana ¿Por qué la dejaste allá? ¿Por qué no llamaste a una ambulancia o a la policía?

—Él se la llevó. — Fue lo único que pudo responder.

Camila no comprendía, y saber que la mejor amiga de su novia estaba en peligro no la ayudaba a pensar; de verdad estaba intentando encontrarle la cabeza a todo esto, pero solo se encontraba con los pies de la situación.

—Juliana, necesito que te centres en mí. — Por alguna razón, esos ojitos de color sol tenían un poder tremendo sobre esa tierna morena, quien parecía una muchacha desvalida en el mundo. — Princesa, sé que sonará feo lo que te preguntaré, pero necesito saberlo. — Sus frentes se juntaron en ese tácito gesto de complicidad. — ¿La viste? ¿Viste a Natalia m...mu...muerta?

Accidentes del destino - (Ventino) [Jumila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora