Capítulo 17 - Un trato para el ataúd.

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Nunca le había tocado a ella estar a la espera en una sala de hospital, tampoco le había tocado ingresar los datos, decir que no había nadie más que ella para esperar noticias, y mucho menos le había tocado llamar a alguien para informarle que se debía esperar lo peor, que esperanzas había pocas. Camila había sido un soporte, estoica aunque quería dejarse romper, quería que el dolor saliera lo más pronto posible, pero no podía hacerlo, no cuando una de sus amigas estaba sufriendo, no cuando su novia se estaba desmoronando y sobre todo no, porque una persona a la que quería estaba luchando por su vida.

—¿Deberíamos rezar? — Preguntó Camila, intentando romper el silencio avasallador que se había instaurado entre esas tres muchachas. —¿A ella le gustaría que rezáramos?

—Ella cree. —Respondió Juli. — Cree más que yo.

Makis intentaba decir algo, intentaba poder sacar algo que fuera más que un lastimero sollozo, pero no resultó, solo pudo mirar a Juliana con algo de temor, mientras que sus manos era acariciadas por las de Olga, en un vano intento por calmar el temblor que provocaban los pequeños sollozos que escapaban de ella.

—¿Cómo dejaron que pasara esto? — Dijo con la voz quebrada. — ¿Por qué no avisaron a la policía cuando se la llevaron?

—Porque Juliana también estaba en peligro. — Respondió sin pensar Camila, logrando que el dolor hiciera de las suyas y la rabia saliera disparada por los labios de la pequeña sin darle oportunidad de rectificar lo dicho.

—¡¿Y ella no vale?! — Bramó con disimulo, intentando no gritar en el lugar. — ¡Se está muriendo y tú lo único que me dices es que Juliana estaba en peligro! — Makis se puso de pie y comenzó a apuntarla con rabia. — ¡No veo el peligro en esto cuando ella está bien! ¡Porque no es ella quien está en una sala de operaciones luchando por su vida y a punto de perder una pierna! — Finalizó la pelinegra, y sin darse cuenta, sus ojos habían vuelto a ceder a la presión de las lágrimas.

Camila la miró horrorizada, había mucho que ella no entendía, pero que culparan a Juliana de todo lo que pasaba con Natalia le parecía una idea completamente descabellada y fuera de lugar, incluso se atrevería a decir que era la idea de una loca en potencia.

—¡Makis! ¡No estás ayudando en nada! — Gruñó con los dientes apretados. — Juli está sufriendo igual que tú, no es justo que la culpes.

—Pero tiene razón. — Susurró la morena.

Camila le miró con incredulidad incluso con espanto. — ¿Qué?

—Yo tengo la culpa de todo esto. — Sollozó escondiendo su rostro entre las manos. — Si ella no hubiera estado tan ocupada en protegerme jamás le habría pasado esto, ella jamás habría estado metida en tanta mierda y jamás se hubiera encontrado con ese maldito que le hizo daño.

Ninguna pudo resistirlo, solo dejaron que sus cuerpos colapsaran por separado, dejaron que sus almas cayeran a los pies en silencio, y, aún así supieron que el refugiarse al lado de la otra podía ayudar a mantenerse fuerte, a no caer por completo y a seguir aguantando, porque eso es lo que necesitaban en este momento, necesitaban seguir en pie hasta que supieran el futuro seguro de Natalia Afanador.

Juliana no podía dejar de culparse, no podía dejar de sentir que se había ido al demonio, no podía dejar de sentir el asco hacer mella en su garganta; se despreciaba, se despreciaba enormemente, porque aún después de ver como Natalia era capaz de dar la vida por ella, seguía escondida por miedo a perder a la pelirroja que tomaba su mano, seguía escondida porque sabía con claridad que al hacer el pacto de silencio se había firmado un trato que le llevaba directo al ataúd.

El día anterior.

Juliana sentía sus manos sudar de manera impresionante, tenía miedo de poner un pie en tierra firme y que todo esta pesadilla fuera real, sin embargo, ella seguía ahí, Camila seguía mirándola con ternura mientras acariciaba sus manos para calmar ese desagradable temblor que le hacía sentir completamente débil.

Accidentes del destino - (Ventino) [Jumila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora