Día 12: Pócima

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No, no, no. Damian nunca había sido así, ¡nunca! Lo conocía prácticamente desde que ambos andaban en pañales y Damian jamás había sido un idiota... Bueno, sí era un idiota en cuanto a su personalidad... ¡Pero no era un ingenuo! Entonces, ¿cómo habían llegado a una situación así?

Jon bebía de su copa de espumante, mirando a la distancia a la maldita que intentaba embaucar a su mejor amigo.

–Estamos en la fiesta de compromiso de Damian, ¿podrías, por favor, disimular tu cara de odio, amor?

–¡No puedo! –negó refunfuñando–. Sólo mírala, Colin. Es una arpía que sólo quiere el dinero de Dami.

–Ya hemos intentado hablar con él varias veces –suspiró el pelirrojo–. Sin embargo, sabes lo terco que es Damian. Nunca lograremos que entienda que está siendo utilizado.

Pero no, Jon no iba a dejar que su amigo arruinase su vida por un matrimonio mal pensado.

Su primo, Conner, le había contado hace unos días sobre un "brujo" que vivía en los barrios altos de la ciudad que podía crear todo tipo de pociones.

–¡Tal vez podría crear una poción que elimine los sentimientos que Damian siente hacia esa perra de Jessica! –había exclamado, emocionado.

–No exactamente –había negado Conner–. Tim puede hacer todo tipo de posiciones, pero tiene un código de "no involucrar sentimientos". Tendrás que contarle la situación y él será lo suficientemente listo para encontrarte una solución.

–Hablas de él como si fuese muy cercano a ti... –había comentado con sospecha y Conner buscó una excusa estúpida para dejar la conversación hasta ahí y escapar.

~

Se encontraba fuera del departamento de quien, según Conner, era un brujo legítimo.

Iba a tocar la puerta, pero esta fue abierta justo antes.

–¡Pasa! –le gritó una voz a la lejanía, dentro del departamento.

Caminó con pasos temblorosos y pensó en cosas bonitas para calmarse. "Colin en nuestra primera cita. Colin con traje de baño. Colin sonrojado..."

–Kon me comentó la situación –habló una voz a sus espaldas que lo hizo saltar.

Se volteó y encontró a un hombre que no debía superar los 30 años, vestido con ropas deportivas un par de tallas más grandes de lo necesario. Tenía el cabello negro y un tanto largo y unos pequeños pero lindos ojos celestes.

–Ten –le tendió un pequeño frasco–. Vierte esta poción en algún líquido caliente, como café o té, y has que tu amigo lo beba en su totalidad.

–¿Qué le hará?

–Tú tranquilo, no será nada grave. Además de que tendrá un corto periodo de efecto.

Jonathan asintió, aún confundido.

–Ahora, son doscientos dólares.

–¡¿Qué?!

~

Damian estaba comenzando a ponerse incómodo. Estaba en el trabajo, tomando un descanso junto a Jonathan, quien lo miraba insistentemente.

–Iré... a hacerme un café –dijo levantándose.

–¡Yo lo traigo! –chilló Jonathan, desapareciendo de su vista en segundos. No pasó ni un minuto cuando su compañero y amigo ya estaba de vuelta–. Ten, tómalo rápido antes de que se enfríe.

–Ajá... –murmuró, pero rindiéndose ante el café.

–Tómatelo todo.

–Detente, mamá –giró los ojos, molesto.

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