Día 13: Genderbend

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Venía saliendo de un turno de 24 horas en el hospital; la noche recién pasada había tenido una operación larga y complicada, pero había salido exitosa. Sin embargo, cuando Bruce Wayne te llama y te dice que tienes que presentarte en su oficina lo más pronto posible, lo haces, porque no puedes salvarte incluso siendo su hijo.

Damian no solía manejar, más que nada por precaución: solía tener turnos muy extensos en el trabajo y prefería evitar conducir con sueño y cansancio –sin hablar que se negaba a tomar el transporte público–... o tal vez simplemente era la comodidad que le brindaba no tener que conducir y llamar cada vez que necesitaba al que era su mejor amigo y que también era taxista.

–¿A casa? –sonrió el pelirrojo.

–Lamentablemente no –bufó sentándose como copiloto, reclinando el asiento y cerrando los ojos–. Hacia la empresa de mi padre. Despiértame cuando lleguemos.

Por desgracia, la empresa quedaba a sólo media hora, por lo que no pudo dormir mucho.

–Dami, llegamos –lo meció suavemente–. Vamos, yo también trabajé toda la noche. Quiero dormir, aunque sea una hora con mi esposo, ¿de acuerdo?

–Okay, okay –gruñó adormilado, tomando su bolso y saliendo del auto–. Luego me dices cuánto te transfiero por la carrera, Colin. Salúdame a Jon.

–En tu nombre. ¡Suerte con tu padre!

Damian entró desganado por las grandes puertas de vidrio, saludando cortésmente a quienes le saludaban. No es que no le gustase ver a su padre, pero como hijo único sabía qué trataba de hacer cada vez que lo llamaba a la empresa.

–No pienso dejar la medicina para hacerme cargo de tu empresa –fue lo primero que dijo al entrar en la oficina del dueño y CEO de Wayne Enterprises.

–Chiquillo insolente –regañó Bruce Wayne, su padre–, ¿no ves que tenemos compañía?

Damian estuvo a punto de corregir que no era un "chiquillo" –aunque admitía que sí un tanto insolente–, y que era un hombre hecho y derecho de 32 años, más fue interrumpido por la tercera persona en la habitación.

–Tranquilo, señor Wayne –dijo con sedosa voz la mujer que hasta ese momento se encontraba sentada dando la espalda a Damian, pero que se levantó para hacerle frente, sonriendo con superioridad–. No recordaré yo el carácter de Damian Wayne –soltó con sarcasmo.

Intentando mantener la compostura (pero, demonios, llevaba casi 30 horas despierto y ya era difícil controlarse) observó a la mujer frente a él.

Guapa. Guapísima. Damian sabía apreciar la belleza femenina, aunque fuese incapaz de mantener una relación estable más de tres meses, y esa mujer frente a él fácilmente podría haber ganado el concurso de Miss EE.UU... o tal vez estaba dejándose llevar por el momento y por el cansancio.

–¿Nos conocemos? –preguntó extrañado.

–Ella es Danielle Grayson –presentó su padre–. Ha sido Gerente de Auditoría Interna durante el último año y estoy pensando en volverla mi mano derecha.

–¿Y eso qué tiene que ver conmigo?

–Cuando heredes esta empresa, ella pasará a ser tu mano derecha.

–Será como en los viejos tiempos, cuando íbamos a la escuela –sonrió Danielle.

–No entiendo nada, y no creo que sea culpa del agotamiento –exclamó Damian, pasándose las manos por la cara–. Papá, yo no me haré cargo de esta empresa; esto no es lo mío. Y... ¿Danielle? Yo nunca tuve una compañera llamada así en la escuela, así que no sé de qué hablas. ¿Cómo lo sé? Porque siempre fui a escuelas de sólo chicos.

| Fictober DamiDick |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora