Día 6: Inseguridad

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Poner la canción desde el inicio y una y otra vez si es necesario jiji.

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Habían hecho votos, ¿o no? Se habían prometido amar y cuidar en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separara. Entonces, ¿qué era esa angustia que Dick venía sintiendo desde hace algún tiempo y que lo atormentaba todos los días?

Su mejor amiga le decía que exageraba, sus hermanos giraban los ojos como si estuviera loco y su madre le decía que debía ser el omega y dueño de casa perfecto, aunque sus inseguridades fueran ciertas.

¿Un matrimonio era más importante que su salud mental y amor propio?

Todos los días era lo mismo: se levantaba en las mañanas a preparar el desayuno de su esposo; lo despedía en la puerta, maquillado y bien vestido, como lo crio su madre; bebía vino durante la mañana, pensando si su esposo lo estaría engañando en ese momento; dormía un par de horas para que se le pasara la borrachera y, cuando su esposo volvía en la tarde, estaba igual de impecable que como en la mañana.

–Bienvenido, cariño –sonríe lo mejor que puede, quitándole el saco a su esposo y colgándolo en el perchero.

–Huele delicioso, ¿qué hiciste hoy para cenar? –sonríe el más alto.

Dick hace una mueca sin que lo note, al reconocer un las casi imperceptibles –pero identificables– feromonas de beta en él.

–Adivina –vuelve a sonreír, como si no pasara nada–. Una pista: es tu favorito.

Su esposo lo mira con esos intensos ojos verdes que tiene. Una sonrisa adorna su rostro y Dick siente la rabia crecer en su interior. ¿Cómo puede ser tan descarado? ¿Por qué debo aguantar todo esto? ¿Para aparentar ser el omega y esposo perfecto?

–Yo, Damian Wayne, me considero el alfa más afortunado del planeta –dice, comiendo su cena y besando los labios de Dick.

Cenan, Damian ve televisión mientras Dick lava los platos en la cocina y, a eso de las diez, Damian se va a la habitación que ambos comparten. Dick apaga todas las luces, pues el hecho de que Damian fuese al cuarto, quería decir que él también debía acostarse.

A pedido de Damian, como casi todas las noches, hacen el amor hasta que cae vencido por el sueño. Dick nunca puede dormir bien, no viendo las marcas en el cuerpo de Damian que él bien sabe que no dejó allí.

Se levanta como cada vez que tienen sexo y camina hacia el baño. Abre el botiquín y toma con urgencia sus anticonceptivos, junto con sus antidepresivos que mantiene escondidos.

Él no puede embarazarse. Él no puede darle cachorros a Damian, no porque biológicamente no pueda, sino porque ¿qué vida tendrían esos pobres niños?

Se mira en el espejo y se ve deplorable.

Damian es bueno con él, lo consiente, le compra todo lo que quiera, es guapo, buen conversador... pero Dick ya no puede con sus inseguridades. Sin embargo, ¿qué más puede hacer, además de seguir aguantando?

Es un omega, el único hijo omega en una familia donde todos sus hermanos nacieron alfas. Intelecto no le falta, ¡incluso entró en la universidad! No obstante...

«¿Para qué estudias, si luego sólo estarás en casa criando niños?»

«Un buen omega sabría que lo que realmente debe aprender es a cocinar, lavar, planchar...»

«Richard, Damian puede darte todo lo que quieras, ¿para qué quieres independencia?»

Terminó abandonando la universidad, se casó con Damian como todo el mundo esperaba, aprendió a ser un amo de casa prácticamente de elite. Ante los ojos de todos, no podía haber un omega con una vida más perfecta que la de él, junto a su alfa de alto rango.

Sale del baño listo para dormir. Se cobija entre las sábanas y pronto siente cómo su esposo la abraza por la espalda.

–Jonathan... –suspira entre sueños.

Y Dick tiene que dar todo de sí para no romper en llanto, ni para escapar de esa casa. Porque no importa que sus inseguridades sean ciertas, él debe seguir siendo el omega perfecto que sirve en todo momento a su alfa. Y sabe que se le acaba el tiempo y que pronto tendrá que rendirse para darle cachorros, como su casta le pide hacer. Pero mientras tanto, seguirá tomando sus anticonceptivos, seguirá tomando sus antidepresivos, seguirá fingiendo sonrisas...

Al menos hasta que tenga que cumplir su deber omega.

O hasta que Damian al fin decida dejarlo.

O hasta que él se canse de todo y... No, olviden esa opción.

Bonus:

En un hermoso día de primavera. Damian vuelve feliz a casa luego de un largo día en la oficina. Bueno, tuvo una satisfactoria distracción con su secretario, Jonathan, pero su día comenzó a brillar cuando le llegó un mensaje de su esposo.

"Cariño, te tengo una gran sorpresa cuando vuelvas del trabajo"

¡Sería padre! Eso era más que seguro, sino ¿qué otra sorpresa podía tenerle Dick? Además, ya tenían casi tres años de matrimonio, incluso se estaban tardando en formar una familia.

Pasó por una florería a comprar un ramo de rosas azules y un oso de peluche. Estacionó su auto fuera de su casa y se sorprendió de que todas las luces parecían estar apagadas.

–¿Amor? –entró a la casa, prendiendo las luces–. Dick, ¿estás ahí?

Siguió avanzando, hasta que encontró una carta en la mesa del comedor. Abrió rápidamente el sobre y su corazón latió a mil. Una ecografía. Sin embargo, había una nota junto a ella:

"¡Felicidades, seremos padres! Pero lamento decirte que no puedo permitirme seguir sufriendo y no quiero darle sufrimiento a este pobre cachorro.

No intentes buscarme, porque no me encontrarás. Mi familia tampoco lo logrará.

Pero, oye, ¡ve el lado positivo! Ahora puedes estar con ese beta llamado Jonathan sin problemas. Espero pueda darte hijos como este tonto omega... Oh, creo que no se puede"

Damian cayó de rodillas al suelo. Su vida acababa de arruinarse.

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Tengo una conexión muy especial con esta canción, así que no podía no usarla para inspirarme en esta historia. Perdonen lo SAD, pero el concepto "inseguridad" no creó nada positivo en mi mente (#sorrynotsorry)

Creo que este es el Bonus más largo que habrá en estos días, pero el cabrón de Damian merecía sufrir un poco jaja.

¡Nos leemos mañana, aunque aún no tengo muy claro qué escribiré! (Ideas?)

Día 8: Bajo el agua.

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