Parte IX: Un mejor mal día

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Arthit no sabía cómo todo esto pudo pasarle a él.

Esta mañana, se despertó más tarde de lo usual y sin poder evitarlo llegó a su oficina después de la hora. Era una escena rara porque, aunque Arthit siempre saliera de la cama después que cualquier otro, él nunca llegaba tarde a su lugar de trabajo. El suceso tuvo éxito en hacer que Arthit fuera en picada.

—Esto no es lo que quiero, señor Arthit.

Eso fue lo que le dijo su superior cuando le dio el documento en el que trabajó toda la noche sobre el próximo proyecto de su equipo, el cual fue el origen del caos de hoy.

—Espero que haga algo más, ya sabe, simple, pero poderoso. ¿Trabajó en esto solo? —Preguntó el superior.

Arthit de verdad quería decir que sí. Sus subordinados platicaron el proyecto con él, pero Arthit se ofreció para terminar el documento.

—Lo hablamos entre todos.

—No me refiero a eso. ¿Hizo este documento usted solo?

Arthit asintió con duda.

—Sí, señor. Yo lo hice.

Su superior se levantó de su cómodo escritorio de madera.

—Lo hizo mal, señor Arthit. Tiene que incluirlos incluso cuando es sólo plasmar la idea de su equipo en un papel.

Arthit cerró los ojos por un momento, intentando mantenerse tranquilo.

—Sí, señor. Fue mi culpa.

—No dije que el plan fuera malo. Sólo quiero que su equipo lo haga más interesante. Por favor vuelvan a hacerlo. Pueden empezar a hablarlo el lunes porque sé que no será eficiente hablar de trabajo el fin de semana —su superior terminó el sermón así como así.

De repente, Arthit recordó que era viernes. Esa tarde, debía ir a casa. Cómo deseaba que Kongpob estuviera a su lado ahora mismo.

¡Espera! Arthit ahora mismo tenía que pensar en su trabajo.

Rápidamente reunió a sus compañeros de equipo y tuvieron una reunión improvisada. Como era algo así como un proyecto grande, él y su equipo se involucraron en una larga y seria charla.

Y entonces, el teléfono de Arthit sonó.

¡Era Kongpob! ¿Qué hora era? Arthit vio alrededor en las paredes de la sala de juntas, buscando un reloj. Ya eran las 5:30 pm. Rápido, Arthit salió de la sala y contestó la llamada.

—¿Hola, Kongpob?

—¿Sigues en la oficina?

¿Cómo podía Kongpob adivinar?

—Uhmm. Estamos en una junta improvisada. No habría sabido que casi son las seis no me hubieras llamado.

—Entonces supongo que llegarás tarde. ¿Quieres que te espere en la parada del autobús?

—Está bien. Soy un hombre después de todo. Puedo caminar solo de noche —Arthit declinó la oferta de su novio con una ligera risa. —¿Ya llegaste a casa?

—Acabo de llegar.

—No me esperes.

—Entiendo, P'Arthit.

—Está bien entonces. Tengo que colgar.

—Ten cuidado de camino a casa.

La voz suave de Kongpob de verdad podía calmar el corazón de Arthit. Ahora, se sentía más que listo para regresar a la sala de juntas.

1. La historia de la pareja que no podía vivir sin el otroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora