Parte 3 El tigre herido

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Parte tres: El tigre herido.

Capítulo 12

"Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Yo no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Es tan corto el amor y tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo escribo.

El dolor me despierta, las palabras de mamá se quedan flotando en el aire y lo primero que veo al abrir los ojos es a Pol brillar fuerte en el cielo, como la estrella más grande y radiante. El aire está un poco más fresco, pero el calor sigue siendo intenso. El dolor continúa, y me obligo a sacudir la cabeza para salir del sopor en que me encuentro.

Comienzo a incorporarme y noto que el dolor viene del pie izquierdo. Me siento, pero está demasiado oscuro como para lograr ver cualquier cosa. Ni siquiera la luz de las estrellas logra ayudarme a distinguir, está tan oscuro que ni siquiera puedo distinguir mi propia mano, toco el suelo con los dedos, y está tan duro como el metal. Mi respiración comienza a agitarse, luego hay un relámpago, y logro entonces distinguir ramas y cosas a mi alrededor, pero la imagen persistente de mi cerebro me confunde, me aturde y me produce aún más miedo. Otro relámpago, más largo y acompañado de un trueno estridente, ayuda a darme cuenta que estoy en un agujero, un pozo grande y obscuro de unos cuantos metros de altura. Trato de incorporarme, pero el punzante dolor del pie izquierdo me hace caer de nuevo sentado, y me quedo ahí, sudoroso y adolorido.

Medito la posibilidad de pedir ayuda, pero los hombres que derribaron la nave pueden estar aún por ahí, entonces me callo, ¿de todas maneras quien podría escucharme? La imagen de Pol regresa a mí con un golpe sordo; en mi último recuerdo de él lo veo sonriendo, ¿acaso pueden morir felices las personas? Pol murió sonriendo, es una buena manera de recordarlo, así será más fácil cargar su muerte. Cierro los ojos y siento como el peso se une al de Lis y Bryan. Tres, ¿podré vivir con ello? ¿Podré vivir con el hecho de que vi morir al hombre que amo? Con que tuve que dejarlo ahí, mientras me veía alejar. No voy a poder cremar su cadáver, no tendré una urna fría y de metal qué visitar. Entonces comienzo a llorar, y ya no me importa romper mis propias promesas, Pol no está. Mi llanto hace eco en el agujero, y sigo así hasta que en algún punto me quedo dormido. Me despierta la lluvia que cae sobre mí, tal vez comenzó a llover hace unos minutos, o hace horas. Levanto el cuerpo y estoy bastante empapado. Abro los ojos tratando de desperezarme del sueño y analizo mis posibilidades, y llego a la conclusión de que no viviré demasiado. Trato de no tocar los fragmentos de vidrio de la máscara que quedaron diseminados por todo el suelo, como si quisiera con ello no darme cuenta que estoy respirando el aire húmedo, caliente y envenenado de la jungla. Comienzo a arrastrarme hasta quedar recostado en la pared, que es blanda, y me alegro al saber que cae menos agua. Me dejo caer de espaldas de nuevo y cierro los ojos, e inevitablemente pienso en si me uniré esta noche con Pol en el cielo. Sueño entonces con Lis y Bryan diciéndome que todo va a estar bien, pero Pol no aparece, nunca aparece.

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Cuando abro los ojos de nuevo, la luz es tan cegadora que me veo obligado a cerrarlos nuevamente, el dolor ciego de la pierna izquierda regresa y es tan fuerte que hace que mi instinto de supervivencia se active y caigo sentado de un solo tirón cuando trato de moverla. Me veo de nuevo en el pozo, más lúcido y menos desubicado, en cuanto a tiempo y espacio. Tardo unos minutos más en recomponerme, la luz del sol de mediodía entra por una abertura entre los árboles y me golpea con violencia, el calor es casi insoportable. Desabrocho la máscara de mi cara y la arrojo hacia una esquina. Si no me ha matado aun el veneno tal vez tenga una oportunidad. Me remango el pantalón y me doy cuenta de que tengo el tobillo hinchado hasta más no poder, me duele al mover, pero no parece una fractura, cosa que me alivia infinitamente. Con toda la dificultad que me da mi nueva y mal recibida incapacidad, me pongo en pie dispuesto a encontrar una manera de salir del pozo, y aunque el sol cegador me hace llorar, no me detengo hasta que me doy cuenta de que no hay ninguna manera.

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