Capítulo 17

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"Ella me quiso, a veces yo también la quería. Como no haber amado sus grandes ojos fijos.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

La oscuridad se hace menos espesa, y aunque no veo la luz, comienzo a percibir sensaciones a mi alrededor: unas sábanas calientes, una almohada blanda, un sonido en forma de pip bastante insistente, y una mano grande y tibia que envuelve la mía. Trato de abrir los ojos, pero pesan mis parpados; trato por varios minutos de moverme, pero no puedo, es como si una manta pegajosa me tuviera pegado a las sabanas, como cuando tienes tanto sueño que no quieres ni siquiera intentarlo. Me concentro entonces en el calor reconfortante de la mano que está aferrada a la mía, me sujeta como si tuviera miedo de que saliera volando.

Después de un par de minutos, y con mucho esfuerzo logro tomar el control de mis parpados y abrirlos, y lo primero que veo me deja desconcertado, y trato de respirar mientras asimilo la gran ciudad que se extiende en kilómetros y que puedo ver atreves de una enorme ventana. Parpadeo tratando de aclarar la imagen que ven mis ojos y analizo la situación; debo de estar a decenas de metros de altura, ya que los edificios se ven desde arriba. Suspiro, en la escuela nos enseñaban fotografías de cómo eran las ciudades, pero jamás imaginé que podía ver una con mis propios ojos, mi corazón comienza a palpitar con fuerza. Esto no es Oz.

Atardece, y el sol que desaparece produce una luz naranja que inunda toda la habitación, dándole un ambiente cálido y acogedor. Observo mi lado izquierdo, hay maquinas con pantallas y números, una puerta de madera, cerrada, tengo un aparato extraño pegado del dedo índice. A mi lado derecho hay un hombre sentado en una silla, está recostado en la cama, dormido, y sujeta mi mano de manera apacible, tiene el cabello rubio y hombros anchos.

— Disc... — trato de hablar, pero mi lengua está pesada — Hola — susurro, pero tengo tanta sed que la voz no me sale del todo. El hombre no se mueve, aprieto mi mano con fuerza, con la poca que tengo. El individuo en cuestión despierta despacio, pero cuando comprende lo que sucede da un respingo que hace que me asuste yo también, y me mira, a los ojos, con una profundidad que me absorbe en unos iris azules y solo puedo susurrar su nombre.

— Pol — mi voz está mejor — tu... tu.

— Calma — me dice, aun sin soltar mi mano — cálmate. Te sedaron, y a tu cuerpo le tomará unos minutos recuperar el movimiento, no te desesperes —ya no veo por las lágrimas ¿acaso estoy muerto?

— pensé que... moriste, te dispararon —logro mover mi mano, tomar su brazo y atraerlo a mí. Me abraza y yo lo abrazo devuelta con el único brazo que puedo mover.

— Un sedante, me dispararon un sedante —se aparta de mí y me seca las lágrimas, también llora — a ti también, pero relájate, luego hablamos con paciencia, tengo mucho que contarte, llamaré al doctor —se suelta de mí y sale por la puerta. Me quedo mirando la palma vacía, con frio.

Al cabo de unos minutos Pol regresa con un hombre mayor, vestido íntegramente de blanco, se acerca y me hace unos exámenes: como apuntarme a los ojos con una linterna, me toma la presión entre otras cosas.

—¿Cómo se siente? — me pegunta.

— Débil, casi no soy capaz de moverme —Pol permanece a un lado de la cama, en silencio.

—Es por el sedante que le aplicaron, deja residuos, y sumado al que le han aplicado para mantenerlo inconsciente, le tomará a su cuerpo unas horas en recuperar las conexiones nerviosas — dice el doctor —supe que la cosa se puso agresiva.

—Pensé que querían matarme — mi voz comienza a tomar fuerza otra vez.

—También pensé lo mismo — habla Pol por detrás del doctor —pero solo querían ayudarnos, patrullaban la zona cuando nuestra nave explotó, y buscaban sobrevivientes — hace una pausa mientras el doctor me hace sacar la lengua —después de encontrarme me trajeron aquí. Te buscaron por tres días seguidos... pensé... pensé que habías muerto.

La Última GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora