Capítulo 15

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Edward

Emma

La flema desapreció, el dolor, el malestar, incluso la costilla rota se curó casi por completo en una sola noche. Grace era un genio, incluso después de muerta sigue salvando vidas, sus avances en medicina ayudaron a encontrar tan rápido una cura para la flema mortal, y cientos de personas se salvaron.

A pesar de que estoy bien, aun me duele el cuerpo, como cuando hago ejercicio de más, como si me hubiera arrollado un caballo. A pesar del dolor y el malestar pasé toda la noche pensando en las cosas que me habló el general Benin, en cómo Oz llegó hasta ese punto, en cómo la gente sobrevivió al Karma, siendo así no había necesidad de construir las ciudades, supongo. Tengo muchas dudas, pero tampoco tengo muchas ganas de ponerme a investigar, la gente del pasado era muy diferente a como somos ahora.

Mientras camino por los pasillos de Emma, trato de no recordar todas las cosas de las que son testigos aquellas paredes oxidadas y viejas, y también trato de aguantar las ganas inmensas que me dan de ir a buscar a Marian, de gritar su nombre y poder llorar con ella, solos, como lo hicimos con Aleck la última noche que estuvimos aquí, pero por él estoy haciendo esto, por él estoy caminando hacia la oficina de su tío a darle una repuesta. Sé que él no estaría de acuerdo, pero yo no soy él, y no puedo evitar sentir que me tiemblan las rodillas cuando me detengo frente a la puerta de la oficina. Tomo aliento, luego me quedo ensimismado en alguna mancha que tiene el metal mientras hago varios intentos por tocar, pero mi mano se niega a estrellarse contra ella.

¿y si todo sale mal y terminan matándome por ir a buscar una venganza que no revivirá a Aleck? Doy un paso atrás, pero si no voy y Oz se toma Capricornio por la fuerza, Marian correría peligro, y eso es algo que no estoy dispuesto a permitir. Doy otro paso al frente y mi mano se detiene en la mitad del camino para tocar la puerta, la bajo y me quedo mirando de nuevo la mancha, y estoy determinando que parece un pájaro carroñero cuando la puerta se abre estrepitosamente y la cara del tío de Aleck se asoma por la brecha. Doy un pequeño respingo y siento como se me encogen los testículos del susto.

— Tengo una cámara de seguridad ahí — afirma a modo de saludo y me da la espalda dirigiéndose a su asiento tras el viejo y roído escritorio. Lo sigo no sin antes darle una pequeña mirada a la cámara que me mira directamente. — ¿supongo que vienes porque has tomado una decisión? — pregunta, y soy incapaz de hablar, así que asiento con la cabeza.

— ¿Qué tengo que hacer? — pregunto después de un incómodo silencio.

— Por ahora, nada. Te reuniremos con un grupo de soldados para que los conozcas mejor antes de la importante misión que estás por cumplir.

Hubo una duda que me atormentó por toda la noche, y no puedo dejar pasar la oportunidad para resolverla de una vez por todas.

— ¿Habrá muchas muertes? — le digo, y trato de ver alguna expresión en su rostro, no veo nada, está tan inexpresivo como los maniquíes que utilizan las modistas para hacer los uniformes. Sonríe un poco, así como cuando te da gracia de un niño que no entiende el tema del que hablan los adultos.

— Es la guerra, Edward — anuncia y tal vez ve mi cara de horror ya que anuncia — trataremos que sean muy pocas bajas civiles, solo queremos que entiendan que nos vamos a defender, ¿estás dispuesto a hacer lo que sea por proteger a tu gente? — agacho la cabeza.

— ¿Lo que sea? — susurro.

— Lo que sea — reafirma. Levanto la mirada y lo veo a los ojos con tanta fuerza que se obliga a apartarla.

— Lo haré, por Aleck, y por Marian, no por usted, o los que crea que son mi gente.

— Bien, será como tú quieras, pero no te arrepentirás, te lo prometo.

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