-De verdad papá, no hace falta que recojas nada - le dije por décima vez.
- No, Andrea, ahora es tu despacho. Mis cosas ya no hacen nada aquí.
-¿Y si quiero alardear de padre?
-Cariño - rió-, echaba de menos tus comentarios. Pero la verdad es que he habilitado una zona de la casa para ellos, además a partir de ahora tendrás que colgar tus logros, no los de otros.
-¿Qué logros? Si no boxeo profesionalmente ni hago nada que merezca la pena colgar en estas paredes. No hago nada.
-Ya sabrás cuando llegue. Además todavía es tu primer día aquí.
-Mi primer día y ya hay uno que se ha largado- reí amargamente - un buen comienzo, sin duda.
- No te preocupes por Gregory Dinamita, además todos los meses montaba algún escándalo. Y no creo que muchos gimnasios le quieran tener... Y respecto a eso...
-No me gusta ese tono - suspiré.
-No dejes que William te intimide. En el fondo es buena persona.
-Y cual es su sobrenombre, si se puede saber...
-Nadie se ha atrevido a ponerle otro nombre y el tampoco quiere. Según él no necesita otro nombre para que le teman y cosas así. Ya te iras acostumbrando a todas sus manías.
-Perfecto, un maniático boxeador. Mi día está mejorando por momentos.
-Confío en ti, mi pequeña boxeadora. Pero si te da muchos problemas me llamas y ya me encargo yo de él - dijo haciéndose crujir los nudillos.
-Dame unos días y te digo.
-Vale y por cierto, ¿cuando vienen las dos terremotos?
-En un mes - dije entusiasmada.
Mi padre bautizo a mis amigas Georgie y Kelly como terremotos el verano que vinieron a pasar un mes de las vacaciones con nosotros. La verdad es que ese mes no pase ni un día quieta, tendríamos 16 años y solo pensábamos en ir de fiesta y en chicos, vamos, como hora pero con las hormonas en estado imperativo. Y la casa se llenó con nuestros gritos y carcajadas histéricas. Pero sobre todo recuerdo el día que Georgie le quitó el móvil a Kelly cuando recibió el mensaje que tanto estaba esperando y empezó a contestar por ella, y al fin y al cabo en una persecución por la casa y un jarrón destrozado. Y nos alegramos por ello, porque era la cosa más fea de mirar que había en la casa, regalo de mi tía Cate. Sólo de pensar en ella un escalofrío recorrió mi espalda.
-¿Que pasa?
-Calla, calla - dijo rápidamente al escuchar su nombre - es lo único malo que tenia tu madre y por suerte no la tenemos que ver a menudo.
-Ya está, la ultima fotografía - dije con pesar.
-¡Y ahora...- dijo entusiasmado mientras se dirigía a unos de los archivadores y sacaba un paquete envuelto -, mi regalo!
El paquete tenía forma rectangular, bastante plano y grande.
-No hacia falta - dije ilusionada mientras lo abría. Me emocioné a ver lo que era - ¡Muchas gracias, pa! - dije dándole un abrazo. En mis manos tenía un marco con dos fotos de mi último entrenamiento que tuve en mi universidad. En una salía con mis dos amigas, ellas bien vestidas y yo sudada, con mi top y pantalón corto negro y mi pelo pareciéndose a un nido de pájaros. En la otra salía con mi padre, el detrás de mí, sacándome una cabeza y con los brazos estirados a los lados mostrando sus bíceps y yo delante suyo con la misma pose. No pude evitar reírme al verla, siempre me hacia gracia la diferencia de musculatura y estatura entre nosotros. - Es perfecto - dije colocándolo sobre mi nuevo escritorio.
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Eres Mía Pequeña (Pausada)
Teen Fiction¿Quieres saber lo que pasa cuando una mujer se hace cargo de un gimnasio de boxeo sólo para hombres? Esto es lo que le ocurrió a nuestra protagonista, Anna Popplewell. Entra y descúbrelo. Muchos ya lo han hecho, ¿vas a ser tu el único que no? Act...