Capítulo 5

580 29 3
                                    

Imposible. Vencer a Nick es imposible aunque el no utilice su fuerza para no dañarme. Pero que me esperaba cuando él me saca una muy rapada cabeza y una pierna mía es como su brazo. Y da igual que estrategia usar mi espalda siempre acababa contra la colchoneta y él encima con esa estúpida sonrisa de victoria.

-Creo que por hoy ya es bastante - dijo mi contrincante a la quinta vez que me ganó.

-¿Cansado de que te deje ganar? - pregunté de broma mientras me daba la mano y me ayudaba a estar otra vez sobre mis dos pies.

-Va a ser eso - rió con ganas.

-Algún día te lo demostraré, pero no quiero dejarte mal delante de tus compañeros - dije saliendo de cuadrilátero.

-No creo que tenga que demostrar mi masculinidad a ninguno de ellos, ¿no, William? - dijo riéndose más fuerte. A lo que el aludido solo bufó.

-Va a ser eso - le imité, mientras me dirigía a la zona de maquinas.

-¡Nadie duda de eso aquí! - dijo gritando a mi espalda.

-No te digo que no. Pero es algo que no voy a comprobar. - dije mirando a mi espalda a los dos boxeadores. Si Nick me parecía grande con su metro ochenta y pico, los casi dos metros de William son... ¡me tendría que poner de puntillas para besarlo! Y eso nunca me ha pasado, y no es que esté pensando en besarle... Por muy atractivo que sea. Ni lo caliente que sea con todos esos músculos y la resistencia que debe tener.... "¡Céntrate! El punto es que es alto, muy alto. Y ya está, nada más."

Llegué a la zona de máquinas, que se separaba del resto por un cristal, para a islas un poco el sonido. Y decidí hacer un poco de bici estática, que para el placer de mi mente calenturienta, quedaba enfrente del cristal y podía ver ta todos los boxeadores. Y sobre todo al rubio que estaba practicando movimientos en la colchoneta que hace nada estaba yo. Me acuerdo cuando yo tenía que hacer eso, me era imposible concentrarme cuando tenía que "pegar" al aire. Me sentía ridícula. Pero a él se le ve muy concentrado. Decidí mirar a otro lado por si alguien me viese mirándolo tan fijamente no pensase cosas raras...vi como los entrenadores mandaban los ejercicios a sus luchadores y se repartían su tiempo entre unos y otros. Y por lo poco que he hablado con ellos son gente con principios y anti-juego sucio. Y es algo que me alegro, no quiero tener problemas por aquí. Todos eran señores que pasaban los 50 y que como mi padre son viejas glorias, no tan bien conservadas como él, pero que son magníficos entrenadores. Noté como uno de ellos, el más mayor, con partes del pelo cano, un chándal grisáceo y con la curva de la felicidad bastante pronunciada, se acercaba a William para corregir un movimiento y es ahí cuando me pilló y nuestras miradas se encontraron. Su semblante indescifrable y el mío seguramente ruborizado como una colegiala. ¡Lo odio, soy una mujer madura, no una niña virginal, no sé por qué me tengo que seguir sonrojando! El asintió a lo que le decían pero no desviaba la vista. Y yo intenté mantenerla, pero había algo en él y en su forma de mirarme que causaba cosas que no quería descifrar en mi interior. Por eso fui yo la primera en desviar la mirada e interrumpir este momento tan extraño.

Intenté seguir haciendo bici como si el cosquilleo que recorría mi cuerpo no existiese. Difícil, pero no imposible. Pero decidí que sería más fácil si no tengo la tentación de mirarle. Así que me cambie a un banco de pesas, para quemar un poco de energía, aunque mi cuerpo ya estuviese cubierto por una capa de sudor.

-¿Te queda mucho? - un escalofrío recorrió mi columna cuando escuche esa voz ronca sacándome de mis pensamientos.

-Ya está - dije colocando la mancuerna grande en su sitio y sentándome en el banco para quedar mirando dos ojos azules, en los que apenas se distinguían la pupila. Dos ojos que me hipnotizaban.

-Me estas mirando raro - dijo William. A la que yo sacudí la cabeza y mire más abajo. Gran error, porque esta vez llevaba su perfecto torso descubierto y con gotitas de sudor que lo recorrían lentamente en su camino al borde del pantalón -. Todavía lo haces... cualquiera diría que nunca has visto a un hombre desnudo - dijo seriamente como si le preocupase...

-Tranquilo - me obligue a volver a apartar la mirada y reír -, ya he visto demasiados. -Pero esperaba que el riera, aunque ya sé que no es un hombre muy alegre, pero no me esperaba que se semblante se endureciese más. Como si mi comentario no le hubiese gustado para nada. ¿Será machista? ¿De esos que piensan que la mujer tiene que ser virgen hasta el matrimonio y esas gilipolleces? Porque si es así, vamos a ir muy mal, pero que muy mal.

Me levanté y me iba a ir, cuando una de sus grandes manos me sujeto del brazo, quemando dónde nuestra piel se unía. Pero él parecía no notarlo.

-No creo que coquetear y seducir a tus clientes sea muy buena forma de llevar un negocio.

-¿Y cuándo se supone que lo he hecho?- dije empezando a cabrearme.

-Delante de mis narices, con Nick.

-Yo solo estaba practicando un poco con un amigo, si tu mente pensaba que me lo estaba camelando, tienes un gran problema.

-No lo niegues.

-No puedo negar algo que no he hecho. Y si piensas que una mujer no puede tener a un hombre como amigo...

-Yo no he dicho eso - dijo bajando el tono de voz.

-¿Seguro? Por qué tus palabras se pueden malinterpretar y no para bien. Y por si no te ha quedado claro, no tengo la intención de liarme con nadie de este gimnasio - le mire respectivamente de arriba abajo -. Para que no tengas dudas para la próxima vez. - dije soltándome de su agarre y dejándolo allí.

A lo mejor mi relación ha sido un poco exagerada, pero odio que que los hombres piensen que todas las mujeres que se acercan al género masculino solo quieran un anillo para vivir a su costa o una aventura. Las mujeres no solo queremos eso, por el amor bendito. Y que él no se preocupe, que por mucho que su cuerpo me encienda (porque es oírle hablar y apaga el fuego) no pienso tener nada.

Entre en mi despacho para coger mi mochila y el cartel que voy a pegar en la puerta del vestuario para que nadie entrase y pueda ducharme tranquilamente. Me pare en la puerta y pegue el cartel que decía con letras mayúsculas y rojas: "NO ENTRAR. JEFA DENTRO." Puse jefa, porque es así como ellos me llaman ahora, poco me dicen Andrea.

Eres Mía Pequeña (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora