Capítulo 11

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Los asientos del reservado estaban en primera fila, tan cerca que daba la sensación de que las gotas de sudor y sangre llegaban hasta ti. En estos momentos William estaba bloqueando los puños de Rompe huesos, pero no todos. Solo era el primer round y ambos ya tenían sangre en la cara, el rubio de mi novio en el labio y el rubio en una ceja.

A pesar de la gran diferencia de musculatura entre ambos, si William tenía un cuerpo magro y súper musculado, lo del otro era una bestialidad, con todo el cuerpo lleno de venas hinchadas, hasta en sitios donde yo creía que era imposible que hubiera. Como un mapa de carretera en relieves, de lo más puag.

No puede evitar vitorear con todo el público y más cuando William empezó a dar golpes certeros al mastodonte que tenía como contrincante. Todo iba bien hasta que Rompe huesos utilizo un despiste del rubio para pegarle un gran de rechazo en la mandíbula y tirarle al suelo. Me ha dolido hasta a mí. Pero en el fondo de mi ser me estaba preocupando por él, verle sangrando y siendo golpeado me inquietaba y ponía de los nervios.

Al quinto round me estaba desesperando, era una pelea muy igualada, lo que uno tenía lo compensaba el otro con otra cualidad. En sus cuerpos se empezaban a notar algunos morados y tenían más partes sangrantes en su rostro. Pero todo se acabó cuando William hizo un combo rápido de movimientos, consiguiendo aturdir a su contrincante y asestarle el golpe final. El cual hizo que la multitud se volviese loca. Yo silbé como nunca cuando el árbitro elevó su puño y toda la tensión de mi cuerpo desapareció.

Vi cómo se marchaba al vestuario y yo espere unos minutos para que las gradas se despejaran y pudiese caminar mejor. Cuando entré en el vestuario no habrían pasado más de 15 minutos y me encontré a William sentado en el banco y rehusando que le atendiesen las heridas.

-No te me vas a acercar con eso - dijo a uno de los ayudantes que se acercaba con un algodón húmedo de lo que supuse que sería desinfectante o algo parecido .- ¿Dónde estabas?

-Dame eso - le ordene al ayudante y el obedientemente lo hizo -, intentando llegar sin ser pisoteada y ahora deja de ser un niño pequeño y deja que te cure.

-No hace falta, con un poco de agua solucionado.

-William... - dije mientras le golpeaba suavemente la parte interna de las espinillas para que abriera las piernas. Cuando lo hizo me coloque entre ella y puse un dedo bajo su barbilla -. Vamos, mírame.

Él lo hizo lentamente, sin estar seguro.

-No hace falta de verd... - pero antes de que acabase la frase le puse el algodón contra la ceja rota - ¡Joder!

-No te quejes tanto. Además si eres capaz de causar heridas también tienes que ser capaz de soportar que te las curen, ¿no?

-Hazlo rápido -dijo con los dientes apretados. Por suerte habían dejado más algodón y liquido al lado de él.

La siguiente te vez que le apreté y le limpie la ceja sus manos se posaron en la parte posterior de mis muslo, cerca de mis nalgas y allí las dejo. Apretando levemente cada vez que el algodón tocaba su cara y enviando corrientes eléctricas a mi centro. Desconcentrándome y deseando que sus manos subiesen unos cuantos centímetros más. Y cada vez que le soplaba para relajar el escozor, sus manos soltaban un poco su presión.

-Solo queda el labio - dije más para mí que para él.

Esta vez sus manos me apretaron más fuertemente, haciendo que me acercase un poco más a su cuerpo sudado. No caí en la cuenta lo cerca que estarían nuestros labios cuando le soplase hasta el mismo momento en su labio lo hice. Sus ojos me hipnotizaron, tan azules como pozos sin fondo. Y en ese momento tuve una revelación: William es más peligroso de lo que quise creer. Me podría enamorar fácilmente de él y no creo que saliese con el corazón intacto si lo hiciera. Así que mi plan inicial de disfrutar de los momentos me empezó a parecer una mala idea, placentera pero arriesgada. Así que en vez de unir nuestros labios como deseaba me separé con un carraspeo.

-No ha sido para tanto, ¿no, bebé? - dije alejándome y mirando a otro lado que no fuese él y su increíble cuerpo que empezaba a mostrar algunos moretones.

-Anna... - me llamo roncamente.

-Dúchate o no vamos a llegar - dije sin mirarle. Porque si lo hacía caería en la tentación.

Le oí levantarse y pensé que me haría caso sin discutir por una vez. Pero me equivoqué. Al momento sentí sus manos dándome la vuelta y besándome con ganas. Sus labios mordían, chupaban y marcaban los míos como suyos. Me pilló de sorpresa, una muy agradable. Agarré sus hombros para mantener el equilibrio mientras él me empujaba contra las taquillas. Sus manos se deslizaron por todo mi cuerpo hasta llegar a mi culo. Moví mis manos de sus hombros a su húmedo pelo y las enrede ahí. Su olor estaba impregnando mis sentidos y saturándoles. Aturdiendo mis sentidos y evitando que pueda formar un pensamiento claro.

Una de sus manos viajo de mi nalga a la parte de atrás de la rodilla y la elevo haciendo que la enredarse en su cadera. Pero al hacerlo el soltó un gruñido de dolor, revolviéndonos a la realidad. Aparté mis labios pero él no parecía querer.

-William... - intente decir mientras volví a intentar separar nuestros labios -. William, estas herido...

-No es nada - dijo apartándose por fin.

-¿Seguro?

-Completamente.

-¿Ah, sí? - le pregunte mientras que le volví a apretar la cadera con la pierna.

-¡Ah! - exclamo dolorido.

-Anda, date una buena ducha y luego hablamos.

Él se separó y me recorrió lentamente el cuerpo hasta detenerse en mis labios. Una sonrisa socarrona amplio sus labios.

-Creo que no soy el único que necesita una ducha...

-¡No pienso meterme contigo!

-Mírate.

Lo hice y pude ver mi camisa blanca manchada de sudor y sangre. ¡De puta madre! Una camisa menos... Pero no tengo otra que ponerme y presentarme así para la cena no es posible. ¿Nos dará tiempo a pasar por mi casa y cambiarme?

-¿Crees que nos daría tiempo a ir a mi ca...

-No. Así que coge mi camisa blanca o la roja, como quieras. Pero no vamos a ir a tu casa.

-¿Alguien te ha dicho que eres un mandón?

-Sí y te aseguro que nadie se ha quejado de ello - dijo guiñándome un ojo y empezando a desvestirse. 

Para no mirarle mientras se desnudaba, por muchas ganas que tuviese, me acerque a su mochila y saque la camisa y la camiseta roja que tenía puesta cuando fue a buscarme. Ambas me quedarían enormes, pero la camiseta se veía como más pequeña. Así que espere a oír el sonido del agua de la ducha para probarme ambas. Y como había supuesto, la roja era un poco más pequeña, pero poco.

Lo intente solucionar metiéndomela por el pantalón, y no quedó mal. Bueno no quedó mal para ir a buscar el pan, no para conocer a tu supuesta suegra. Pero supongo que lo entenderá. ¡Que hostias! No sé porque me importa lo que va a pensar cuando esto no es más que una farsa. Me parece que me estoy emocionando mucho con el papel de novia, olvidándome que no es más que una pantomima.

-No estás mal - dijo un William vestido sólo con una toalla y con gotas recorriendo el pecho, ¡Ay, quien fuese gota...! - Pero me gusta más cuando solo te envuelve una minúscula toalla...

-Creo que - dije recreándome con su cuerpo - también te prefiero en toalla.

Eres Mía Pequeña (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora