El timbre de la entrada sonó. De camino para abrirla agarre mi bolso de mano y mi chaqueta de cuero que ya se estaba levantando aire fresco por las noches. Al abrir la puerta me encontré con William que me repasaba con la mirada los vaqueros y la blusa blanca.
-Por lo menos has elegido vaqueros - dijo sin más.
-Hola a ti también. Gracias. Yo también estoy bien.
Él hizo rodar sus ojos.
-Vamos.
Tuve que andar más rápido para poder alcanzarle con los tacones negros que llevo. Nunca me ha pasado esto normalmente no tengo problemas con seguir el ritmo. Pero la verdad es que nunca he salido con un hombre tan alto y con piernas largas.
-¡Vamos! - dijo esperándome pacientemente al lado de la puerta del copiloto de su 4x4 gris.
-¿Qué crees que hago?
-Las mujeres y los malditos tacones... Te podías haber puesto unas deportivas, ¿no crees?
-Claro, pero después voy a conocer a tu madre, ¿o se te ha olvidado, amorcito? - le espeté.
William gruñó mientras me habría la puerta. Un gesto muy caballeroso para él, o eso me parece a mí. Pero la verdad es que los vaqueros desgastados y apretados le quedaban de lujo, más la camiseta roja que se pegaba a su torso como una segunda piel, te hace desear ser la camiseta. Después de cerrar con un en golpe la puerta, William se sentó detrás del volante.
-Primero - dijo girándose hacia mí -, nada de llamarme "amorcito".
-Claro, calabacita - dije lo más seria que pude.
-Calabacita, tampoco.
-¿Cuchuflitin?
-No.
-Mhh - pensé recorriendo le con la mirada - ¿Bomboncito?
-Ni se te ocurra.
-Ya se me ocurrirá algo - le dije.
-Espero que no - dijo arrancando el coche y poniéndonos por fin en marcha, aunque el camino no iba a ser muy largo. - A ver, entrarás en el camerino conmigo y luego alguien te llevara al reservado. Después de la pelea vuelves al camerino. No quiero que te entretengas.
-¿Tanta prisa hay para cenar con tu madre?
-No. Pero no quiero que tener que preocuparme por ti.
-¡No es la primera vez que voy a un combate! Te recuerdo que yo he sido boxeadora...
-Sí, boxeadora de universidad, cuidado... - dijo con mofa.
-¿Crees que nunca he ido a peleas ilegales? - le mire fijamente. Al oírlo en tenso su agarre sobre el volante.
-¿Lo has hecho?
-Sí. Y me dijeron una vez de participar, pero aunque se jugase con una gran suma de dinero, me parecía más importante que no me echaran del equipo oficial.
-Por lo menos tuviste cabeza - dijo más relajado.
-Mejor cambiamos de tema o vamos a tener nuestra primera pelea de pareja...Willy.
-¡No me vuelvas a llamar así! - dijo estremeciéndose.
-A mí tampoco me gusta, suena a niña mimada y sin cerebro...
-Ya hemos llegado - dijo metiendo el coche en el aparcamiento subterráneo para el personal y los luchadores. - Recuerda lo que te he dicho.
-Sí, señor.
Al entrar en el recinto todo era un caos, decenas de personas corriendo por los pasillos y sus voces mientras que hablaban por los pinganillos se mezclaban y confundían por todo el lugar. Empezamos a caminar, pero nos tuvimos que parar para evitar chocar con un joven lleno de acné y dos cafés humeantes en la mano que acababa de salir de una sala. Después de él, salió un hombre imponente, mucho más que William, pero había algo en él que no daba confianza.
-¡Tráemelos con azúcar, joder! - grito el desconocido.
Noté como William se tensaba. El hombre imponente tenía una melena rubia que me recordó al momento a la de Axl Rose (pero en este caso no le favorecía en nada) se nos quedó mirando fijamente, primero a él y luego a mí, una mirada que hizo que un escalofrío me recorriera, pero no un escalofrío como los que tengo cuando estoy con William, sino de repulsión. William debió de notarlo porque pasó su brazo sobre mis hombros acercándome a él y me obligó a seguir andando.
-¿Quién era? - le pregunte elevando mi rostro al suyo.
-Rompe huesos, mi contrincante de esta noche y un hijo de puta de cuidado. No quiero que te acerques a él, solo por joder hace cualquier cosa.
-No hace falta que me lo mandes, no me acercaría a él ni aunque fuera el último hombre del planeta - dije con asco.
-Me alegro oírlo - dijo dándome un apretón con el brazo.
Nos paramos enfrente una puerta con un folio pegado y su nombre en él. Abrió la puerta con el brazo libre y me empujo flojo para que pasase primero. La habitación era de un tamaño considerable, con una mesa de masajes, un sofá pequeño y seis casilleros sin puerta, y justo enfrente un banco. Había como un marco en la pared desde el cual se accedía a las duchas y el baño. Me fije también en que la mochila del William con todas sus cosas ya estaba en un casillero. Yo elegí sentarme cómodamente en el sofá y aprovechar a quitarme los zapatos y meter mis pies debajo de mi culo.
En ese instante me llego un mensaje al móvil y lo abrí, solo para comprobar que era publicidad. Así que lo borré y guarde el móvil de vuelta al bolso. Pero lo que vi cuando levante la mirada me dejo sin habla. Delante de mí había un William en boxers negros. ¡Madre del amor hermoso! Eso si que es un culo, grande pero firme, no de esos que no rellenan ni el pantalón más pegado. Después estaban los músculos de su espalda que se apreciaban con cada movimiento.
-Si sacas una foto te durara más tiempo - dijo sin darse la vuelta. Y yo no pude evitar sonrojarme como una colegiala. Pero es que si ves un cuerpo así y no se te cae la baba, lo siento pero debes tener algo mal en tu sistema.
Preferí no contestar, pero en cambio seguí disfrutando de la vista hasta que se puso los pantalones de boxeo. Fue bonito mientras duró. Aunque cuando se giró, se sentó en el banco y pude admirar su poderoso torso, que por mucho que lo viese en el gimnasio me sigue cortando la respiración, no pude evitar que me pasase lo mismo.
En ese momento el conectó su mirada con mía y nos quedamos así. Desafiándonos con la mirada. Lo que daría por tener esos ojos a centímetros de los míos y poder disfrutar de cómo sus pupilas se amplían por el placer. Algo con lo que he estado soñando demasiadas noches.
-¡Queda media hora, William! - dijo entrando de rápidamente su entrenador a la habitación e interrumpiendo este choque de miradas. Al darse cuenta de la situación, el dudó - ¿Interrumpo algo?
-No.
-Si - respondió fríamente William. - Pero ya que has interrumpido te encargaras de llevarla a su asiento del reservado.
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Eres Mía Pequeña (Pausada)
Teen Fiction¿Quieres saber lo que pasa cuando una mujer se hace cargo de un gimnasio de boxeo sólo para hombres? Esto es lo que le ocurrió a nuestra protagonista, Anna Popplewell. Entra y descúbrelo. Muchos ya lo han hecho, ¿vas a ser tu el único que no? Act...