Capítulo 13

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Este beso no fue suave, sino que lo utilizo para descargar toda su tensión en mí. Y no me quejo, sin duda es uno de los mejores besos que me han dado, por no decir el mejor. Sentía sus manos pegándome más cerca, tanto que podía sentir el latir acelerado de su corazón y la temperatura alta de su cuerpo, la cual solo hacia calentarse más. Mis manos se posaron en la parte posterior de su cuello intentando acercarlo más aunque fuera imposible. No sé cuánto estuvimos así, cuando se encendieron los aspersores del césped, nos dejamos de besar; pero seguimos en la misma posición, mirándonos fijamente como si intentásemos decirnos algo mentalmente. Por suerte solo llegaban gotas sueltas hasta nosotros.

-Sin duda es lo que necesitaba - rompió el silencio.

Y en ese momento volvió a mí la razón. ¡Había quedado en no arriesgarme a salir mal! Pero con un simple roce de sus labios mi cerebro se toma vacaciones. Pero intentare que no vuelva a pasar.

-Pues no te acostumbres- dije fríamente apartándome. Pude notar su desconcierto ante mi bipolarismo y no me extraña.

-¿Qué pasa?

-Nada.

-Todos sabemos que el "nada" de una mujer quiere decir problemas... Así que ya estás hablando.

-¡Pues que esto no puede volver a pasar!

-¿Y por qué no? Si ambos nos sentimos atraídos y somos adultos para saber...

-¡Que no! - le corte - Esto no volverá a pasar. No era lo acordado, ¿recuerdas? Era hacernos pasar por novios delante de tu familia y punto. No magrearnos por las esquinas como adolescentes.

-Me gusta ser un adolescente contigo - dijo mientras se acercaba.

-¡Quieto tarado! - levante la mano derecha para detenerle - Mejor que no te acerques. Y ahora llévame a casa.

-Así que mis besos no te valen, ¿pero si mi coche?

-¡Dios! - dije ya desesperada. - Llévame a casa y mañana hablamos.

-Así que me voy a quedar a dormir contigo...

-¿Cuando he dicho yo eso?

-Siendo mañana domingo y no se abre El Tártaro... la única forma es que despertemos en la misma casa, misma cama...

-Te estás pasando... - dije separándome de él para meterme en el coche y evitando no abalanzarme sobre él y hacerle cumplir sus promesas.

-Me estaré pasando pero es lo que quieres y descubriré el por qué tu cambio de opinión.- dijo entrando en el vehículo.

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El camino a casa fue silencioso. Y lo agradezco porque si volvía a insinuarse no sé lo que haría. Bueno, sí lo sé, saltaría sobre él y haría que cumplirse todo lo que me dice, olvidándome de todo.

Aparcó en el camino de mi cochera y puso los seguros al coche, impidiendo que bajase.

-¿Me estas secuestrando? - pregunte anonadada.

-No, solamente quiero que aclaremos el porqué de tu cambio de opinión tan rápido. Y hasta que no me digas la verdad no te dejare marchar y si es que te dejo.

-William, no estoy para perder el tiempo en juegos tontos. Así que deja de hacer el capullo y desbloquea el coche. -demandé.

-Y ¿por qué el señor Capullo tiene que hacerte caso? Y sobre todo cuando el sólo tiene ganas de...

Como se dice... "Si no puedes contra ellos, únete a ellos", o que por lo menos eso piensan.

-Tienes razón... - me desabroche el cinturón y me giré en el asiento hacia él - yo también lo deseo...

Su mirada se oscureció de pasión y repitió los mismos movimientos que yo hasta quedar cara a cara. Me acerqué primero para lamer sus labios y saborearlo lentamente. El gimió suavemente haciendo que me lanzase a por un beso de verdad. De esos que te hacen caer las bragas y toda tu piel se vuelve más sensible. Él no dudo en seguirme el ritmo y juraría que los cristales se empezaron a empañar.

Cuando note que él estaba centrado al cien por cien en mí, estire uno de mis brazos y di al botón que desbloqueada los seguros y sin perder tiempo me separé de él y salí del coche. Dejándolo con una cara de sorpresa que después dio paso al enfado. Pero no me quede para descubrir lo que sucedería, sino que corrí a esconderme en la seguridad de mi casa.

-¡VUELVE AQUÍ, ANNA! -le oí gritar fuera del coche mientras alcanzaba mi puerta principal - ESTO NO SE VA A QUEDAR ASÍ, ¿ME OYES? - oí su voz distorsionada desde dentro de mi casa.

Al rato oí el coche saliendo a toda velocidad, demostrando el enfado de su conductor. Pero aun estando en casa mi cuerpo estaba alerta. Sé que hoy me he librado, pero la próxima vez que le vea no sé si podré ganar la batalla. Y lo peor de todo es la sensación de haber enfurecido a la bestia.

Eres Mía Pequeña (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora