El Taller

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27/11/19 15:30 pm.

Recostado sobre el césped veo las nubes pasar y me pregunto a dónde van, puede parecer raro para un chico como yo, pero encontrarles forma o el solo verlas pasar, de alguna forma me quita el estrés que mi trabajo genera.

—Oye deja de holgazanear y vuelve a trabajar.

—Ya voy hombre, he trabajado todo el día merezco un descanso de al menos 5 minutos.

—Cuando seas el dueño descansarás todo lo que quieras. Arriba que hay mucho por hacer.

Ufff algún día me desharé de él, pero por ahora seguiré trabajando.
Oh, me olvidé de decir que trabajo en un taller mecánico y como soy el más joven y talentoso, el ogro de mi jefe me odia.

—¡¡Zapata!!

—¿Mande?

—Necesito que arregles mi auto y que quede impecable.

—Bien, termino este y empiezo con el suyo.

—No, quiero que empieces ahora —y diciendo esto, se marchó.

(Unas horas más tarde)

—Uffff quedó como nuevo —apenas alcancé a terminar de hablar, que el viejo cascarrabias de mi jefe se subió al coche y arrancó vaya uno a saber para dónde.

Eran las ocho y algo de la noche cuando estaba terminando de cerrar el taller, y un policía se me apareció de golpe diciendo:

—Buenas noches ¿Es usted allegado del señor Alberto Rodríguez?

—Es mi patrón, ¿Por qué?

—Lamento informarle que acaba de fallecer en un accidente automovilístico a causa de un fallo en sus frenos cuando conducía a alta velocidad por la avenida principal.

—Esto... —retrocedo visiblemente impactado—. No puede ser... Dios, que horrible —cubrí mi boca con mis manos.

—Mis condolencias —fue lo último que dijo antes de marcharse.

Algo conmocionado por tal noticia me senté en la vereda del local, destapando mi boca y dejando ver así la sonrisa de oreja a oreja que ocultaba.

—Eso fue por todas las veces que me trataste de inútil, viejo imbécil —exclamé antes de romper en carcajadas.

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