27/07/23 6:12 am.
Nuevamente esta noche he llorado.
Parece que se ha vuelto una costumbre.
No fue por nada nuevo, de hecho, son los mismos demonios de siempre.
Son aquellos que me susurran al oído que he nacido para no ser amada, aquellos que traen de vuelta mis inseguridades y hacen que pensamientos pasados vuelvan.
Empiezo a creer que tienen razón.
Porque por mucho que anhelo el calor de un amoroso abrazo y reconfortantes palabras de afecto, estos jamás llegan.
Y tampoco puedo pedirlas, porque ¿a quién se las solicitaría si a mi lado no hay nadie?
Estoy tan sola que hasta mi mente se ha convencido de que un fantasma me acompaña, sólo para no quedar como loca.
Lastimosamente, no puedo conformarme con el recuerdo de un toque cálido, puesto que nunca he tenido el privilegio de sentirme amada y segura en los brazos de alguien.
¿No es extraño el cómo podemos añorar algo que nunca se nos fue dado?
Tal vez es por eso que a día de hoy soy tan resentida con el contacto físico.
Tanta espera me ha hecho odiarlo, pero sin poder dejar de desearlo.
Supongo que mi niña interna aún aguarda una voz cariñosa que la apapache y le diga que todo va a estar bien.
Pero me temo que eso ya no pasará.
Es por eso que esta noche, otra vez le he dejado llorar.
Porque así, puede expulsar el dolor causado por la espera de algo imposible.
Estoy comenzando a darme por vencida.
Y es que a la vida nunca le he encontrado sentido.
¿Para qué nací? ¿Por qué estoy viva?
Esas son constantes interrogantes en mi día a día.
Interrogantes a las cuales no les hallo respuesta aún, luego de años de búsqueda intensa.
Así que tal vez, esté buscando la respuesta en el sitio equivocado.
Tal vez sólo deba simplemente seguir mis ansias, ir a los dominios de la muerte y satisfacer mi deseo de respuestas.
Después de todo, la muerte es un sabio eterno.
