Epitafio

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Estaba desconcertado, atrapado en aquella dualidad en la cual me habías puesto, una encrucijada entre "me quiere, no me quiere", como si los pétalos del mundo fuesen suficientes para tal hazaña, me habías dejado solo y con una luna que se derramaba cada noche, intentando tapar el sol con las manos y envolviendo mis brazos en lienzo.

El espejo no hace más que burlarse y devolverme una imagen distorsionada de mí mismo, un alma repleta de alquitrán que no hace más que arrastrarse y gritar, como si la mandíbula fuese a salirse de lugar, el horror marcado en el rostro, seña sempiterna de tu presencia y de tus besos, las muñecas con un tupido ramo de flores carmesí, que no paran de brotar y salpicarlo todo, como si no pudiese cesar y no quedase más opción que la extinción.

Amortajado en el filo de tus palabras que a través de tu pobre labia buscan herirme el corazón, contemplando mis débiles y huesudos dedos y como la putrefacción comienza a corroerme, viéndome mal trecho y condicionado, sometido ante tus palabras y esclavo de aquellos labios, sabiendo que nos alberga la noche y que el día jamás volverá a ser, y con la absoluta certeza de que pronto te desvanecerás de mi vida.

Pronto el "no ser" dominara mi entera existencia y no quedara más opción para mí que reducirme al polvo, siendo tu nombre aquel que adorne mi epitafio, aquel nombre que más pena que gloria ha traído a esta tumultuosa vida. 

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