Escena 6

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Y como estaba previsto, las fiestas en honor a la Casa Dahl en conmemoración del inicio de su reinado en los primeros años del reino, fue decretada como oficial. El castillo entero amaneció cargado de trabajo y tareas, desde el más bajo de los sirvientes a los señores. Nikel, patriarca de la Casa Dahl, se encerró en su despacho a redactar documentos oficiales con motivo de la muerte del rey. Ézebert, su señora, se encargó de observar minuciosamente el trabajo de los sirvientes, dispuso a su antojo los preparativos con la acertada ayuda de Sisla y, posteriormente, se emplearon a fondo en prepararse para la ocasión. Eirian no pudo cumplir con Khara y ayudarla con su vestuario y las clases de baile, puesto que por orden del señor Dahl había estado todo el día de un lugar a otro acomodando las estancias, respondiendo cartas de otros reinos y Casas y ayudándolo a formular estrategias con los diversos invitados. Se había deshecho en disculpas con la joven, quien le había comprendido y lo había alentado a hacer las tareas importantes. El palacio, famoso por su estructura robusta, fuerte y lujosa; de cientos de hectáreas y con jardines maravillosos; lleno de personas, colores y vida, ya que estaba situado en un lugar del reino con un clima agradable y cálido, se había teñido completamente de negro. Un negro asfixiante y absorbente que desentonaba con el estado de ánimo de los habitantes. Los únicos apesadumbrados eran Nikel por la muerte de su buen amigo, el rey, y Khara por tener que ser partícipe de semejante farsa. La chica paseaba por el castillo mientras contemplaba como las cortinas, las ropas, la decoración y los estandartes habían sido reemplazados por réplicas casi exactas pero con una cromática que no derivaba del negro, grisáceo o marrón. Acudía con desgana a los aposentos de su hermana Sisla, donde su madre y ésta la esperaban.

EZÉBERT: Querida, estáis maravillosa. *Esbozó una sonrisa mirando a su hija Sisla.* Siento que hayáis tenido que reemplazar vuestro maravilloso vestido por este de color negro. Pero, este luto es muy ventajoso.

SISLA: Descuidad, madre. *Se observó en el espejo de cuerpo entero y pasó sus delicados dedos, tan blancos que parecían transparentes, sobre los lazos y los bordados del pecho.* No hay traje que me apetezca más lucir. Además, este es para la cena del primer día. El vestido del baile final del Solsticio sí lo podré lucir. *Dibujó una tétrica sonrisa en sus labios.* Vos, arregládme el cabello. *Ordenó a la joven sirvienta que la había vestido, quien se puso rauda y veloz manos a la obra. *

ÉZEBERT: Vais a brillar entre todos los invitados, mi amor... *Se colocó a su lado, frente al espejo.* Ya sabéis que vuestro pelo y ojos claros resaltan muchísimo. *Le colocó una mano en el hombro y se inclinó sobre ella.* Verán en vos a la futura reina, de eso no me cabe duda.

SISLA: ¿Creéis que lo consiga, madre? *Cuestionó, frunciendo los labios* ¡Ah, bruta! *Protestó dando un manotazo a la sirvienta.* ¡Cuidado con el cepillo!

EZÉBERT: No me cabe duda, Sisla. ¿Quién mejor?

SISLA: En eso tenéis razón.

N: Ambas rieron, casi saboreando la inminente victoria que ya formaban en sus mentes.

ÉZEBERT: Aún así, debo advertiros que debéis ser implacable, Sisla. Habrá mucha competencia, es una lucha de vida o muerte. La guerra, querida. Y ya sabéis que los Dahl no perdemos ni una batalla, menos aún la guerra, el trono.

SISLA: No os defraudaré, madre.

N: En ese instante, la puerta se abrió y Khara apareció en el umbral.

ÉZEBERT: Llegáis tarde, desaliñada y, como de costumbre, sin respetar las normas del protocolo. ¿Acaso no sabéis llamar, niña? *La miró con los ojos entrecerrados a través del espejo.*

KHARA: *Se reprimió para no poner los ojos en blanco y escucharla nuevamente.* Disculpad, madre. ¿Para qué me requeríais?

N: Ézebert la miró descontenta.

ÉZEBERT: Desnudos. *Exigió* Tenéis la tina de agua preparada para el baño. Ya que vuestrios modales no son los correctos, sí lo será el aspecto.

N: La joven noble ignoró el insulto y se desnudó. Una de las criadas la ayudó en su aseo personal y le trajo toallas para secarla. El vestido de Khara no era tan impresionante como el de su melliza, pero seguía siendo caro y de finas telas lujosas. La vistieron entre dos sirvientas.

SIRVIENTA: Maer Khara, estáis radiante. *Observó a su señora de arriba abajo, satisfecha.* Seréis la más hermosa de la fiesta.

N: Ézebert intervino.

ÉZEBERT: No solo tiene que ser hermosa por fuera. Si por dentro es el desastre que es, no sirve. *Replicó* Poneos en el fuego para que se os seque el cabello antes.

N: Khara tuvo que mantener la compostura en el transcurso de tiempo que estuvo en aquella habitación preparándose. Estaba de mal humor por el baile y por el corsé. Odiaba aquella prenda, forjada por espíritus malignos. Seguro que todos amigos de su madre.

Memorias de HesperiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora