Escena 17

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N: Las muchachas, movidas por el aburrimiento y la curiosidad, peinaron todo el palacio de los Dahl en busca de aquel rufián.
Por último, decidieron mirar por los establos en busca de algún caballo extraño o no identificado como el de los invitados.
Al llegar, se toparon con dos borrachos que dormitaban en el heno, abrazados a dos botellas de ron. Las chicas comenzaron a reír.

KHARA: Seria una pena dejarlos así con semejante calor... ¿No creéis, Aeryn?

AERYN: Sin duda, este sofoco podría provocar daños en su piel. *Sonrió* ¿Eso que veo ahí es agua de limpiar?

KHARA: *Rio un tanto.* Nada más y nada menos que de las heces de los animales. *Se remangó las mangas del vestido.* ¿Les refrescamos?

AERYN: *Sonrió con maldad, preguntándose si habría orina por algún lado. Pero entonces lo oyó, no demasiado lejos, una VOZ familiar que ya la acechaba.*

DAVEN: ¿Maer Valeryan? ¡Maer Aeryen Valeryan! ¿Dónde os encontráis?

AERYN: Debemos apresurarnos, Khara. Si me van a hacer volver a esa fiesta, al menos que merezca la pena el tiempo de libertad.

KHARA: *Se apresuró a cargar el cubo de agua mezclado con restos de heces y compuso una mueca de asco.* ¡A despertar, cerdos! *Con la ayuda de Aeryn, les vertieron todo el líquido encima a los borrachos.*

AERYN: *No podía para de reír mientras se alejaba de los hombres a través del heno y, al girarse y ver que uno se había despertado y se lamía la cara, se tuvo que detener de la risa. Aquellos debían ser trajes caros.*

ROCQUE: ¡Malditos bromistas! ¡Venid aquí si os atrevéis! *Su voz ronca resonó en el establo. *

N: Las jóvenes apenas podían moverse de la risa. Uno de ellos, Hoster, se levantó como un resorte y se tambaleó. En su baile descoordinado se chocó contra otro cubo y cayó encima de una mesa llena de utensilios que, al volcarse, creó un sonido metálicho chirriante y desagradable.
Entonces, el caballo que estaba junto a Aeryn, se asustó y dio una coz al establo, asustando a la chica, quien se apoyó en Khara y la hizo caer.

N: Estaban subidas a una especie de tarima, por lo que al dejar caer a Maer Dahl, ésta se pisó el largo del vestido que la hizo caer de bruces.

KHARA: ¡Oh, maldición! *Gimió, en el suelo.* Mi tobillo... ¡Dichosos zapatos y dichoso vestido!

Memorias de HesperiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora