No pensé que descubrieran de esa forma mi secreto.
Desde ese día empezó mi infierno: los insultos y burlas eran cosa de todos los días. Los golpes y bromas tenía que soportarlos porque si llegaba a decirle a alguien no me creían o solamente me ignoraban.
No sé cuántas veces tiraron mi mochila a la basura, ni las veces que me rechazaban, y ni las veces que me tiraron al suelo.
Es por eso que dejé de hablar, porque siempre decía algo ante cualquier insinuación a mi persona. Vi que las cosas disminuían un poco ignorándolas, fingir que no me afectaban, parecer que no les tomaba importancia... Pero eso me cambió.
Más y más callado era; menos me reconocía.
Esperé tres malditos años para que esto terminara.
Ojalá no hubiera ocurrido esto.