El resto de la semana lo pasé sorpresivamente bien. La falta de descanso me estaba afectando, pero el vestido ya casi estaba listo y no podía sentirme más orgullosa de una creación mía. Hubiera deseado que la dueña se lo probara para hacerle los últimos ajustes, pero había sido muy clara en que lo vería el sábado.
El viernes por la noche terminé finalmente de bordar los diamantes que llevaría, revisé que la tela estuviera pulcramente blanca y perfecta. Agnes me consiguió una caja blanca para guardarlo, se la había pedido al panadero a unas cuadras del taller, pero fungía muy bien para proteger el vestido además de que le dejaba un aroma suave a vainilla.
Patsy me ayudó a decorar el interior con plumas blancas, lo doblé con mucho cuidado y lo envolví en papel blanco, luego lo puse sobre las plumas asegurándome de que no se atorara en nada ni se rasgara.
Esa noche finalmente podría dormir bien, tenía que descansar lo necesario para llevar el vestido al día siguiente. O eso esperaba.
Por la noche, mientras me preparaba para abrazar mi cama hasta la mañana, oí algunos ruidos en la casa de a lado. No era raro, ahí vivía una mujer a la que raramente veía y de vez en cuando un hombre la visitaba. A veces oía que discutían, sin embargo, era normal en cualquier pareja.
—¿Cómo mierda pudiste perderlo? —cuestionó el hombre molesto.
—¡Yo no lo perdí! —respondió la mujer con voz temblorosa—. Debió ser esa maldita vieja que se haya equivocado de casa.
—¿Y qué vamos a hacer? ¿Revisar departamento por departamento? Podría volar el edificio y muchos morirían por tu culpa.
Me sobresalté. No parecía decirlo en broma.
—No digas tonterías Gilbert, no hay que llamar la atención.
—Entonces dame una respuesta. El jefe confió en ti lo suficiente como para encargarte los sueros.
Tras un momento de silencio, la chica habló.
—No será complicado encontrarlo, debe estar entre los departamentos de este piso, mañana los buscaré y los encontraré. Aún si tengo que entrar a la fuerza y desaparecer a algunas personas.
Me cubrí la boca para no expresar ningún sonido de sorpresa, afortunadamente ninguno me escuchó.
—Tienes dos días solamente.
—Necesitaré ayuda, ¿tienes un poco?
—Es lo último que te daré hasta que encuentres los sueros.
—No fallaré.
No supe a qué se referían, pero por la forma de expresarse supuse que era algún tipo de narcótico. Tenía un mal presentimiento respecto a mi vecina, y aunque contarle a Elliot era la vía más normal, desconocía si estaban asociados a una mafia o un grupo criminal menor. Ya estaba bastante cargado de trabajo y de responsabilidades al llevarme y traerme del trabajo al departamento, no quería atormentarlo más con mis suposiciones. Quizás si hablaba con uno de sus compañeros, podría darles el trabajo a ellos.
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El Dominio del Rey (#1)
RomanceClaire es una costurera que, por azares del destino o una simple equivocación, termina convirtiéndose en la esposa de un mafioso muy peligroso cuya organización reina en la ciudad y es una tentación andante. Tendrá que hacerse pasar por una mujer de...