Capítulo seis.

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No estaba segura de qué hora era cuando desperté ni cuánto había dormido

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No estaba segura de qué hora era cuando desperté ni cuánto había dormido. Pero lo que sí sabía era de que seguía en el mismo sitio y que todo fue real.

Me levanté de la cama permitiéndome familiarizarme con la habitación, era bastante básica, el armario estaba vacío, al menos contaba con un baño privado donde podía ducharme, pero no había jabón, ni ningún producto que podía utilizar para la limpieza corporal.

Las cortinas no me permitían ver al exterior, pero en cuanto las abrí la luz del Sol inundó toda la habitación. Tenía una bellísima vista a toda la ciudad, aunque de noche debía verse mejor no negaba que era un paisaje bastante sorprendente.

Mi estómago gruñó, la adrenalina del día anterior no me había permitido probar bocado alguno, por lo que ya me exigía algo de comida. Pero no quería encontrarme con Carson, mucho menos intercambiar palabras con él. Evitarlo iba a ser una tarea difícil si vivíamos juntos bajo el mismo techo, viéndolo a diario por quién sabe cuánto tiempo.

Tal vez no era tan malo como morir de hambre.

Decidí salir de mi cueva descalza para no hacer ruido, y un aroma delicioso se coló por mis fosas nasales. No había indicios de él por ningún lado, pero no podía confiarme por el momento. El hambre me estaba atacando peor que antes y no me dejaría en paz hasta que fuera a averiguar qué estaban cocinando abajo.

Cedí a la presión y bajé las escaleras con paso lento, la sala estaba vacía al igual que el comedor, me dirigí a la cocina asomándome por la puerta para ver a dos mujeres de mayor edad moviéndose de un lado a otro por la cocina. Ambas hablaban entre sí llevando especias, verduras, y demás ingredientes.

—Solo espero que con ella cambie el frío ambiente de la casa y le dé un toque más hogareño —dijo una revolviendo la cuchara en el sartén.

—Tienes muchas expectativas, ni siquiera sabemos cómo es. Tal vez y se parece a Samantha o a Varlet.

—¡Dioses no! Tuvimos suerte de que ninguna de esas dos se convirtiera en la señora de la casa como para que esta sea igual o peor.

—Oh, tal vez el señor ahora sí se enamoró —se burló la que se encargaba de picar el tomate.

—Romina, esos cuadros están muy grandes —regañó la otra—. Lo que a mí me preocupa es la reacción de Samantha, seguro se vuelve loca y se desquita con la pobre, no me cabe duda de que intente lo peor...

Romina activó la licuadora impidiéndome escuchar con claridad, me incliné un poco más sin que me vieran, sin embargo, Romina giró la cabeza hacia mí y dio un respingo al verme, la segunda giró inmediatamente la cabeza para ver qué era lo que la había asustado.

—¡Señora! —exclamó la mayor palideciendo.

—Lo siento, no quería irrumpir así —me disculpé ignorando el hecho de que me llamó señora—, es que el aroma me atrajo.

El Dominio del Rey (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora