XI - Contraataque

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Krassher bajó las escaleras a toda velocidad y salió de Drygseal, aprovechando que las escaleras mágicas no habían desaparecido aún. Observó que el sol empezaba a atravesar algunos trozos del manto de nubes, el cual comenzaba a diluirse. A lo lejos se podían escuchar gritos de guerra.

«Ni se te ocurra morirte ahora, Bizarra. Me debes una explicación» pensó.

Arrancó a correr tras la dispersa marabunta de Luchadores que quedaba ya lejos de la salida, casi a la mitad de la ladera.


—Hay pocos mafiosos rodeando la villa —observó Mercer desde detrás de los últimos árboles del bosque que quedaba justo al lado del pueblo, agachado, señalando a distintos puntos alrededor de la muralla semiderruida de Varts-Hefar—. Pero seguramente haya más escondidos.

—¿Cuál es el plan, Líder? —preguntó uno de los orbitanes que esperaban sus órdenes detrás de él, escondidos

—Si Leisor es capaz de atinar varios disparos desde la cima de este árbol y luego atacamos todos juntos...

Entremedio de los Luchadores se abrió paso una Krassher furiosa que levantaba pequeñas púas tras sus pasos.

—¡Detente, Kra...!

Krasy desplegó el orbe en su puño y empezó a erguir pinchos muy altos a sus lados a modo de muros. Mercer optó por ser realista y no tratar de detener a la bruta de su compañera, pues resultaría inútil. En su lugar, observó la ingeniosa idea de Krassher y su estado emocional y decidió aprovechar la situación.

—¡Seguidme, vamos! —ordenó

El resto obedecieron. Los mafiosos advirtieron la presencia de Krasy de inmediato. Una cortina de proyectiles, desde flechas hasta piedras, se precipitó hacia la herrera, pero ella hizo que sus pinchos se entrecruzasen en forma de techo en lugar de aparecer como paredes, protegiendo tanto a ella como a quienes la seguían de los ataques de los mafiosos.

De ese modo, se abrió paso hasta entrar a la villa, donde empaló instantáneamente a algunos mafiosos desprevenidos que se hallaban cerca de la entrada, aprovechando para quitarle la espada a uno. Siguió avanzando con su techo de pinchos hasta que tuvo que detenerse para entrar en combate contra un mafioso más hábil que el resto. Este no duró demasiado, ya que enseguida recibió un fuertísimo y veloz puñetazo de Mercer, quien se había quitado el parche y cuyo cuerpo brillaba de color blanco. Su expresión volvía a ser la de un veterano de guerra curtido por la muerte.

El poder del orbe de Mercer le permitía obtener unas capacidades físicas sobrehumanas. Podía potenciar al máximo su fuerza física, su velocidad, su flexibilidad, su dureza, sus reflejos o su agilidad de forma individual, o podía optar por aumentar varias de ellas un poco, como si tuviese que dosificar una cantidad de energía limitada entre cada una de esas cualidades. Cada vez que cambiaba la distribución de sus capacidades, su cuerpo brillaba de color blanco, con más o menos intensidad según la cantidad de energía que fuese a utilizar.

—¡Dispersaos por todo el pueblo! —Gritó el Líder a la marabunta de Luchadores que se aproximaba por detrás— ¡Salvad a nuestros compañeros y evacuad a todos los habitantes que queden!

En unos instantes el resto de orbitanes Luchadores llegaron donde ellos y, con un grito guerrero unisonado, comenzaron a enfrentarse a los invasores yolinokios. El contraataque había dado comienzo.


¡Za bo'ko nu'thu'a!

Una bola de fuego explosiva salió de la boca de Rokauntis hacia dos enemigos, los cuales quedaron calcinados, al mismo tiempo que prendía en llamas la casa que tenían detrás. Blizaria, Akiri y Shayliko estaban en un callejón con Roky, justo detrás de ella. La pianista estaba tratando de sanar una herida profundísima que una mafiosa había hecho a Akiri en el torso y que le había dejado casi inconsciente. Por poco no le había tocado el corazón. Shayliko se encontraba en medio de un ataque de ansiedad tan fuerte que ni con su propio orbe podía controlarlo.

Los Orbitanes de ZodniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora