VIII - Impotencia

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El corazón de Krassher estuvo a punto de explotar.

—Hola. ¿Qué hacéis? —preguntó Sov

—¡Eso te pregunto yo a ti, atontada! ¡Vaya susto me has pegado! ¿Y por qué me estás tocando el moflete?

—No sé, es gracioso —dijo, pinchándoselo un par de veces más. Luego, se le quitó de encima.

—Nada —respondió Blizy a su pregunta inicial mientras desvanecía el piano—, estábamos tomando el aire mientras hablábamos de cosas. ¿Tú vas ya para lo tuyo?

—Sí. Me están esperando.

—Uf, a ver si descubrís algo pronto, porque yo últimamente me estoy estresando, ya que aún queda mucho por descubrir acerca del ataque de los mafiosos y sólo tenemos unos puntos muy básicos de la estrategia, y mañana empezamos a planear el primer asalto, y no estoy nada segura de poder...

Sovi le tapó la boca con la mano. No lo hizo con mala intención alguna; al contrario, cada uno de sus gestos, cada una de sus palabras, todas y cada una de sus acciones las llevaba a cabo con pura inocencia.

—Cállate. Respira. Siempre te pasa lo mismo, y siempre acabas haciendo planes geniales. Mañana al atardecer hablamos.

Se separó de ella y la miró a los ojos. Luego miró a Krassher. Su carácter silencioso y su brevedad a la hora de hablar le daban un aura ciertamente misteriosa. Eso sumado a sus pendientes de plumas que danzaban con el soplo del viento llegaban a hacerla, incluso, escalofriante. Pero la herrera estaba segura de que, si entablaba una conversación con ella, podría ser igual o más interesante que con cualquier otra persona.

—Cuídala.

A una velocidad de vértigo, Sovila sacó su orbe con la mano e hizo un gesto terminado en un chasquido que la hizo desaparecer entre trazas de neblina negra. Krassher apenas pudo apreciar con detalle el orbe.

—Shayliko sigue mal —se oyó la voz de Sovi desde lejos.

—¿Cómo? —Miró a Blizy— ¿Qué le pasa a Shayliko?

Blizaria no respondió. Hundió la mirada en el suelo y su semblante volvió a decaer. Al verla en ese estado, Krasy se le acercó y la rodeó con el brazo. Blizy apoyó la cabeza en su hombro.

—¿Qué ha pasado, Bizarra? —preguntó con calma

—La misión ha sido un fruto fracaso. No hemos podido salvar a la Cachorrilla. Los mafiosos la han matado.

«¿La Cachorrilla...?» dudó Krasy. «Ah, los orbitanes que hay que salvar», recordó de unas noches atrás.

—¿Y por qué no me lo has dicho antes? Igual te habría venido bien hablarlo —le acarició suavemente la mejilla.

Bliz demoró su respuesta.

—No sé. No suelo contar mis penas. Todo el mundo me dice que debería hacerlo, pero es que, simplemente, no me sale.

—Todo el mundo tiene razón, entonces. Va, cuéntamelo a mí. ¿Qué es lo que ha sucedido?

—A ver, a mí me han llamado a media tarde, poco después de que termináramos de almorzar. Me han dicho que habían marcado la baliza de Perros en Ciudad Sur, justo donde habían ido Akiri y Shayliko. Me han acompañado un par de Luchadores más, pero... no han sido suficientes. Ha sido tan horrible...

—¿Por qué? ¿Eran muchos Perros?

—Entre que la Cachorrilla era dura de roer y la cantidad de centinelas que había cerca, los Ilusionistas no han podido hacer bien su trabajo. Los guardias exteriores les han pillado, y aunque se han podido defender de ellos, luego ha aparecido una manada de Perros, de unos quince. Y ahí es cuando hemos llegado. Han matado a la Cachorrilla sin pestañear y han arremetido contra nosotros con todas sus fuerzas. Los hemos podido vencer, pero nos ha costado muchísimo esfuerzo y...

Los Orbitanes de ZodniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora