XIII - Sospecha

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Frente a los ojos de Krassher empezó a pasar una secuencia de imágenes:

Una tundra de hierba celeste y árboles de hojas plateadas bajo una tormenta de nieve. Una cálida casa con un hombre, una mujer y una niña, todos riendo. El salón de esa casa con la mujer y la niña llorando. De nuevo, el salón de esa misma casa con las luces apagadas, la niña muerta entre sus brazos y, al fondo, un individuo encapuchado con dos ojos rojos brillantes que la miraba.

—¡¡¡DIME TU NOMBRE!!! —salió de la boca de Krassher. No era su voz.

Silencio. La herrera notó que tenía la cara húmeda.

—¡¡¡QUE ME DIGAS TU NOMBRE!!!

—¿Para qué quieres saberlo? —musitó una voz fría

La mujer, de nuevo, en el salón, con la luz encendida, llorando, abrazándola a ella y a la niña muerta. Un barco que cruzaba el océano Fokreal, con sus característicos icebergs, navegado por un hombre de apariencia dura. Un camino de tierra envuelto de una frondosísima vegetación y distintas especies de animales, visto desde una carreta. Un hombre con un orbe mirándola, sonriendo. Un árbol gigantesco erguido frente a sus narices. Y, finalmente, un hombre de ojos azules y sonrisa cálida acariciándole la cabeza: Mercer.


Krassher abrió los ojos súbitamente. Se encontraba tumbada en una cama. Su espada estaba apoyada sobre una pared de piedra y, a su lado, un hombre de largas barbas y melena grises se balanceaba sobre sí mismo sentado en una silla, sujetando una botella. Reconoció que ese hombre era Samis. Trató de moverse y de gritar, pero no podía. El hombre clavó su mirada perdida en ella. Entonces, la apuntó con la palma de la mano, como si quisiera agarrarle la cara.


Ahora se encontraba en un lugar muy extraño. El cielo era completamente negro. El suelo también lo sería de no ser por algunas piedrecitas que brillaban de colores granates, morados, rosas e índigos. Estaba en medio de un pequeño claro, y la vegetación alrededor de este tenía sustituidos sus tonos verdosos por violetas en los contornos: el interior, negro. A sus espaldas había un enorme barranco cuyo fondo era imposible de ver.

Se dio cuenta de que Blizaria estaba a su lado, justo antes de que alguien le lanzase una cápsula esférica transparente llena de humo negro a la pianista que hizo que se precipitase al vacío. Trató de agarrarla, pero no podía moverse. Intentó gritar su nombre, pero su voz no salía. Una sonrisa familiar se le plantó en la cara...


Y despertó. Blizaria, en la cama de enfrente, se levantó al mismo tiempo que ella. Se miraron, y luego examinaron su alrededor. Se encontraban en la enfermería de Feksh-Drygseal. Ambas empezaron a recordar lo que había sucedido... ¿Cuándo?

Miraron por una ventana. El sol empezaba a salir tras el horizonte del océano Ausiol, tiñendo el cielo de tonos cálidos. Entonces, se volvieron a mirar. El sueño de Krassher acababa de esfumarse de su memoria.

—Estábamos ahí —empezó la herrera.

—En Varts-Hefar —continuó la pianista.

—Teníamos que salvar a los Ilusionistas... —la señaló con el dedo

—... y a los habitantes del pueblo —ladeó la cabeza, entornando los ojos—. Vale, nos acordamos.

Krasy miró las heridas de su mano y de su estómago. Mejor dicho, no las miró: ya no estaban ahí.

—Os encontré a vosotros en un callejón...

—... y fuimos a ayudar a...

—¡Mercer! —gritaron ambas a la vez.

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⏰ Última actualización: Jan 20, 2024 ⏰

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