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Las pequeñas gotas proveniente de las lluvias hacían de aquella noche en Los Angeles aún más especial, el único sonido proveniente en aquella casa venía de la cocina, se escuchaba muy bien cómo las cosas eran cortadas contra la madera y el cuchillo caía al picar de manera fina los vegetales que se comerían, el como estos caían sobre la olla y el tararear bajo del chico que hacía la cena, la única luz prendida venía de ahí mismo y de la chimenea, tenía una de las copas a la mitad, su cabello pelinegro caía sobre su frente y lo apartaba cada vez que podía o necesitaba, llevaba el pantalón de pijama y en su espalda se podía observar los pequeños rasguños que bajaban, el olor era exquisito se combinaba con aquel aroma peculiar del vope recién apagado y cambiado de escencia. Dejo salir el humo una vez más antes de dar otra calada, tapar la comida y apagar la estufa, ahora el único ruido que se hacía era el de las gotas cayendo por la ventana o lo único que el notaba. 

Del otro lado del pasillo una pequeña sombra se paseaba descalza, con cuidado de no hacer ningún ruido que la pudiera delatar, no quería que su amante la viera y mucho menos que le preguntara qué hacía levantada cuando se suponía que no podía pero ¿Quién se iba a negar a descubrir de donde provenía tal olor? No hablaba de la comida, sino de aquel olor que desprendía el chico, cualquiera que la hubiera visto podría jurar que parecía una gatita en celo, moviéndose lentamente y sensual hacia él, una vez cerca había rodeado su cuerpo con las manos dejado su cabeza sobre su espalda y dedicándose a llenar de él, quería ser llenada por él. 

Las manos fría de la rubia hacían pequeña figuras en su abdomen definido, había cerrado los ojos ante eso se sentía bien, su cuerpo caliente contra la fría piel pálida de su amada, podía jurar cualquier cosa que se encontraba solo en braguitas tal vez era porque sentía sus pezones erectos rozar contra su espalda o porque podía notar como rozaba sus piernas ante cada roce que daba contra ella. 

Era un juego de nunca acabar, se amaban el uno al otro y se lo demostraban de distintas formas pero nunca como esta noche era diferente, no estaban acostumbrados a tantas rondas de sexo y mucho menos aquella tensión sexual que se alzaba últimamente entre ambos pero ninguno de los dos era culpable aunque quizá sí, por una parte encontrábamos a una Dove Cameron con photoshoots ceros castos y pudorosos, del otro a un Thomas Doherty lejos de ella, teniendo que grabar y viendo aquellas fotos que solo le enviaban a él. Tenían razones para hacerlo, para dejarse llevar por la pasión y la lujuria ese día desde el momento en aquel había bajado del avión. 

Que espectáculo habían dado en el elevador, todavía seguía oliendo a sus orgasmos combinados y sus te amos en medio del acto ¿Por qué no habían podido esperar hasta llegar a casa? El recorrido del estudio en donde Dove grababa a su casa en los angeles había sido un completo martirio, se negaban a dar un show en medio de la calle y ambos mantenían sus manos sobre las intimidades del otro acariciando lento y suave, robandose uno que otro jadeo que salía bajo y terminaba con una pequeña sonrisa en sus labios para ocultarlo sin embargo la tensión se hacía cada vez más grande y más presente hasta el punto de que se habían olvidado de sus maletas en el auto y el resto de la tarde habían estado en la cama, el clima lo ameritaba y ellos lo necesitaban. 

¿Qué hacía entonces ahora la rubia sentada en la barra con las piernas abiertas y sus manos en su cuello? Sus bocas se movían explorando la otra, sus lenguas se tocaban y jugaban entre sí, enredándose y acariciándose mientras ambos labios se movían sobre el otro, reconociendo sus sabores tan característicos y únicos, las manos del pelinegro se movían expertas reconociendo cada pequeño rincón de su cuerpo ya no frío ni tan pálido como antes, se cerraban sobre sus pechos con caricias lentas y suaves, apretaban sus pezones entre su pulgar y anular, estirando, tomando y dejando aún más erecto de lo que ya estaba, ninguno de los podía más, quería estar con el otro y entregarse de esa forma tan carnal, tan distinta a la de hace un rato. 

DomasxOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora