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Estar marcada por un alfa pura sangre o prime era difícil, sus celos aunque duraban un día eran los más fuertes y tenía que mantenerse, abierta, lubricada y lista para recibirlo, se la pasaba en cama y solo gemía para él como tanto le encantaba tampoco era como si ella no lo disfrutará, sus emociones eran muchos más dominantes que las de ella, así que si sentía terriblemente enojada no era ella, era él y aunque no podría expresarlo buscaba una forma de sacar todo ese enojo, tristeza, frustración o alegría que compartían ambos, su aroma la rodeaba todos los días, ese aroma a canela y tabaco que tanto le había gustado desde que lo había conocido ahora era parte de ella y se combinaba al de fresas y vainilla que ella poseía. 

Así que Dove Cameron se había aconstumbrado a ser la omega de un alfa pura sangre, Thomas Doherty, sus ojos azules la habían flechado desde el primer instante y se había mojado demasiado cuando lo había escuchado hablar, habían terminado follando en el baño y con un nudo que se sujetaba bien a ella, en ese momento Thomas supo que ella sería quien llevaría a sus cachorros sin ninguna complicación y quién aguantaría todo lo que él tenía por venir, aún recordaba sus besitos en su mentón cuando el nudo seguía dentro de ella y no podía moverse porque podría doler el querer levantarse de él, había sido linda, una dulzura en esos 10 o 30 minutos que había tenido el nudo dentro, le había contado quién era y a que familia pertenecía y que sorpresivamente era la única Omega, pero que Omega era Dove. 

Thomas en cambio no había dejado de masajear su trasero mientras ella hablaba, encimismado con sus palabras y el color verde de sus ojos, con el aroma a vainilla y fresas que desprendía de su pequeño cuerpo, pálido y bien formado, había escuchado toda su historia mientras el nudo se relajaba, solo quería una cosa y era marcarla, hacerla suya como jamás había deseado una Omega en su vida, cuando fue su turno de hablar explicó que ambos de sus padres eran alfas y por eso tenía todos esos sentido aumentado, un alfa pura sangre que pertenecía a la milicia y a Dove eso le encantó aún más, poco a poco fue relajándose entre sus brazos planeando otra cita en su cabeza mientras él seguia hablando de cómo era estar ahí, explicándole su vida y su familia, así que cuando el nudo bajo quedaron de verse de nuevo. 

Y lo habían hecho cuando sus celos habían llegado, rentaron una habitación de hotel por tres día que era lo que el celo de la Omega Rubia duraba, destrozaron la habitación, pagaron los daños, desayunaron juntos, se bañaron juntos, nadaron juntos e hicieron muchas más cosas juntos que para la mañana del domingo la marca en la nuca de Dove estaba fresca y los labios de Thomas no dejaban de besar esa parte, la había reclamado y ella no se había quejado. 

Dos meses después de eso se habían casado en el muelle militar, su vestido blanco de Dove al estilo princesa había sido patrocinado por sus suegros a las palabras de ellos nadie había dominado tanto a su hijo como ella lo estaba haciendo, una corona linda adornaba su cabeza y su cabello caía a rizos cubiertos por el velo blanco aunque ya no era virgen gracias a su hijo. Thomas había llorado al verla de la emoción que sentía, con un traje verde parecido a los de los años 60's se había visto guapo, con el cabello peinado y no rebelde y en su posición militar de siempre, esperando por el amor de su vida, por su Omega a veces sentía que todo había pasado muy rápido pero al verla entrar de esa forma y decir el "sí, aceptó" sabía que aunque fuera rápido habría valido la pena, había mandado a buscar a la familia de la chica y llevarla para su boda, había pagado todos los gastos y solo se había preocupado de no romperle el vestido y a ella. 

Su luna de miel fue en París, Londres y Berlín, no había salido de la cama en esos tres meses y aunque muchos decían que su relación se basaba sobretodo en el sexo era parte fundamental para ellos dos, cualquiera que hubiera visto, olido y probado a Thomas no hubiera querido salir de entre sus brazos, y Dove lo sabía bien, los pequeños momentos cursis que tenía con él eran lo mejor, los besos que dejaba en su espalda mientras contaba sus lunares y le decía cuántos tenía, le llenaba de besitos los labios y veían el atardecer desde la cama eran lo mejor, los bailes improvisados en las salas de las casas que habían rentado con la música clásica y las baladas románticas igual la hacían disfrutar de su amor, y aquellas risas que se percibían por todos lados cuando jugaban, se perseguían o contaban chistes igual los hacía darse cuenta que su amor era mucho más de lo carnal y se iban conociendo cada vez más. 

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