Capitulo 1

545 32 6
                                    

Los días son fríos, y con el delgado suéter, es normal que me la pase temblando. El vacío en mi estomago es enorme, ya no he llorado por la muerte de mis padres. Cuando desperté ese día, un dolor insoportable me palpitaba en la cabeza, sentí mojada mi nuca, cuando me pase los dedos, mi mano estaba cubierta de sangre pero yo no tenía ninguna herida, me percate de que al rededor de mi corrían ríos de sangre de un rojo carmesí. Corrí hacia el arbusto donde ví a Melanie, tropecé con los cuerpo tirados, cuando llegue no había rastro de ella, no había nadie vivo, estaba sola. Tal vez tuve la suerte, de que al estar inconsciente parecía muerta, y los soldados no terminaron con lo que empezaron.

Desde aquel día, me la paso buscando a mi pequeña hermana Melanie, que ahora tiene-tendría-doce años. No puedo dejarla ir. Es la única razón por la que me aferro a la vida, por la que me aferro a sobrevivir.

Una parte de mi, me dice a gritos que ella se ha ido, que esta en un lugar pacifico, al lado de mamá y papá, pero aun así quiero tener la esperanza de que la volveré a ver. Sus rulos castaños, y sus pecas sobre la nariz. Ella es tan diferente a mi, pero siempre fue más hermosa, su forma delicada de caminar, o la manera femenina en la que se sentaba, ademas de que siempre fue demasiado lista para su edad.

Camino hacia una pequeña cabaña desolada, parece que se hubiera quemado hace tiempo, probablemente en uno de los ataques, ahora esta sola, y apunto de derribarse. Los ataques comenzaron hace tiempo, las personas se juntaban y saquean casas, edificios, todo. No temen usar la fuerza, y muchas veces disparan sin siquiera estar en un saqueo, creo disfrutan el hecho de poder tener el control de todo, que la gente a su alrededor les tema . A veces pienso que solo pelean por que quieren ser el macho alfa de la manada. 

Llevo los brazos cruzados, para hacer el intento inútil de generarme calor, la nevada llegó más rápido de lo que creía. Camino a paso lento, obligando a mis pies a moverse por la nieve, una ráfaga de viento levanta la nieve que hay a mis pies, junto con un poco de tierra húmeda, cierro los ojos y me tapo la cara con el brazo, aunque no sirve de mucho.

Al llegar a la entrada de la cabaña, después de mucho esfuerzo, me limpio los pies en la entrada, una vieja costumbre que todavía no me es posible borrar. Empujo la puerta, esta rechina cuando lo hago, me da un escalofrió por el cuerpo, y no exactamente por el frió. No hay nada dentro, ni un mueble, ni una foto, ni algo que te haga saber de quien era aquella cabaña. El olvido es algo inevitable en situaciones como estas. 

Al final decido que lo mejor será quedarme, la noche no tarda en llegar y cuando se oculta el sol, el frió es insoportable.Es raro pensar que alguna vez, una familia como cualquier otra vivió en esta misma casa, Alguna familia como la mía...espero hayan tenido un final mejor, aunque lo dudo.

Camino unos pasos dentro de la cabaña, cierro la puerta detrás de mi y me dirijo a la chimenea que tiene unas pocas brasas ya extintas, parece como si alguien hubiera estado aquí hace como unas horas, espero que aquella persona este lejos en este instante, me preocupa, pero estoy demasiado cansada para buscar otro lugar donde pasar la noche, y prefiero pasarla aquí que afuera en la nieve. De mi camino a la cabaña tome pedazos de hierba seca que me servirá como yesca, la pongo en la chimenea, enciendo el cerillo que recién saque de mi maleta y prendo la hierba, al final tomo unas maderas quebradas al lado mió y las ocupo para la fogata.

El calor se siente bien en mis extremidades, las palmas de mis manos pasaron de estar heladas a estar deliciosamente tibias, suspiro disfrutando de la sensación. Paso más tiempo caminando que descansando. Hace mucho que no he dormido una noche completa, mis ojos se cierran en este instante, todo esta en un fantasmal silencio, escucho la brisa del exterior golpeando las ramas de los árboles, las patas de roedores que habitan la casa, el chirrido de la madera en el techo. 

Me recuesto en el frío piso, creo que estoy a punto de quedarme dormida pero un crujido fuera de la cabaña me sobresalta, algo o alguien ha roto una rama al pisarla. Mis sentidos se ponen alerta, como si fuera un gato a punto de atacar. Siento un leve escalofrió, es como sentir que alguien te vigila desde fuera, aterrador.

Tomo mi maleta que está a mi lado, saco un arma de ella y reviso si está cargada, tiene puesta cinco balas. Ya me había acostumbrado al frío del metal, y a lo rígido que se sentía mi dedo al sostener el gatillo, pero de lo que no quería no podía acostumbrarme era al hecho de matar a una persona. No había tenido que llegar a esos extremos, pero aun me afectaba el hecho de ver a gente asesinar por conseguir una barra de almendras o una botella de agua. Es ridículo pensar que somo nosotros mismos los que están acabando con la especie humana. No es algo nuevo, cada vez que llegan los soldados es para exterminar a una gran cantidad de personas; menos personas, menos bocas hambrientas, menos rebeldes, menos problemas.

Con rebeldes, me refiero a gente muy estúpida que usa la violencia para conseguir comida y más cosas, pero abusivamente, en cambio yo por ejemplo, solo tomo lo que necesito.

Camino con paso lento hacía la entrada, recargo mi oído a la puerta, no escucho nada, solo la calmada ventisca del viento levantando la nieve. Tomo la perilla con una mano y con la otra sostengo bien el arma, cuando abro, la puerta rechina de nuevo como cuando entre. Miro el paisaje blanco en busca de algo que no concuerde con el entorno, pero no veo nada fuera de lo normal, probablemente debió haber sido un ciervo o una ardilla.

Camino afuera para observar mejor, sigo caminando hasta que me percato que me aleje demasiado de la cabaña, cuando llego cierro la puerta nuevamente, me siento junto al fuego, calentando mis frías palmas, pienso en el lugar a donde me dirigiré ahora que me vaya de aquí, también pienso en Melanie, en lo que estaría haciendo en este momento, pienso en el peligro en el que puede estar.

Cuando de repente siento unas manos que me tapan la boca y me rodean el cuerpo, me quedo pasmada, intento soltarme pero soy demasiado débil como para defenderme, siento que el aire se acaba en mis pulmones, veo pequeñas manchas negras en mi visión. Gritó tan fuerte como nunca lo había hecho en mi vida.

Crónicas de una Sobreviviente: Tempestad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora