Obedeceme

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El viaje de regreso había sido bastante silencioso, ninguno de los dos se había atrevido a decir ninguna palabra, en especial después de lo que Crowley les había dicho, Gabriel estaba algo ansioso por la situación, desde hace tiempo había pensado en que quizás Beelzebub no era tan mala, admiraba mucho su trabajo y aún más, admiraba como había llegado sola a la cima por sus méritos, pero jamás había pensado en que quizás sentía algo más que sólo admiración.

Una vez que habían llegado al departamento, la demonio fue la primera en entrar, dirigiéndose directamente a las escaleras -... voy a dormir... - Mencionó sin voltear a verle, pero el arcángel se apresuró, acercándose a tomar su mano, debían hablar, o eso era lo que él sentía.

-Espera... - Le dijo sin pensarlo en realidad, había tantas cosas que quería decir, pero no sabía cómo, sólo atinó a decir lo primero que se le vino a la mente. -... Crowley miente... - Dijo sin pensarlo mucho, aquellas palabras hicieron a la demonio girarse para voltear a verle, cruzandose de brazos.

-¿Crowley miente? - Preguntó incrédula, levantando una ceja, incluso Gabriel podría jurar que lo había preguntado de un modo burlon por la situación.

-Claro que miente... Tú no me... gustas- Dijo mientras evitaba mirarle a los ojos, cruzandose de brazos para evitar moverse tanto, realmente estaba comenzando a ponerse nervioso.

-¿No te gustó?- Preguntó con tranquilidad, mientras se acercaba un poco más al más alto, buscando mirarle a los ojos, no sabía por qué, pero le encantaba verle así de nervioso. -Bueno... Entonces ¿Por qué estabas dispuesto a caer al estar conmigo? -

Aquella pregunta le tomó por sorpresa, haciendo al más alto tomar aire de un modo ruidoso, mientras colocaba una mano sobre su pecho -¿Disculpa? -

Ante aquella reacción la demonio no pudo evitar sonreír, mirándole de un modo retador -Tú sabes.. Te lo dije, que cuando Crowley y Aziraphale estuvieran juntos en la cama, Crowley habría tentado a un ángel con un pecado capital y entonces él sería un caido... Tu claramente estabas dispuesto a caer y no me detuviste ¿Quieres que crea que no te gustó después de eso? -

El arcángel se quedó sin saber cómo defenderse por unos segundos, para después señalarle de un modo acusador -¡Es que fue eso! - Dijo mientras asentía con la cabeza

-¿Fue eso? - Cuestionó mientras le miraba, esperando continuara hablando.

-Sí- Dijo casi de inmediato - tu me tientas, eres un demonio, es lo que haces... No es que me gustes ni nada-

Una risa divertida salió de los labios de la demonio y fue una melodia tan dulce que hizo que el corazón del arcángel latiera aún más rápido. -Eres un tonto... Yo no te estaba tentando-

-Espera... - Ante aquella afirmación e arcángel bajo la guardia, mirándole algo confundí tu confundido- ¿qué?... Tú.. -

-No- Le interrumpió la demonio mientras seguía riendo -.. las tentaciones de los demonios se basan únicamente en sexo, sí te hubiera tentado, habrías caído desde la primera vez que nos vimos fuera de esa tonta librería- Mencionó antes de calmar aquella risa que el mayor había causado.

El castaño se quedó en silencio momentáneamente para después sonreír victorioso. -Entonces yo te gusto... - Dijo de un modo petulante que causó que la demonio dejara de sonreír, mirándole con reclamo.

-Eso no es cierto... - Dijo mientras volvía a cruzarse de brazos.

-Claro que si, sino ¿Por qué me besarías tanto sino quisieras tentarme para hacerme caer? Admitelo, te gusto... y no te culpo, soy el más guapo de todos los ángeles... - Dijo orgulloso antes de sentir un leve golpe de parte de la chica en su brazo, quejándose levemente. -Au...- Ambos se quedaron en silencio, mirándose mutuamente, para después acercarse un poco más. -... si tú lo admites yo también - Susurro el arcángel mientras le tomaba de la cadera, acercándose a ella de tal modo que le hizo recargarse en su pecho.

La demonio respiro profundamente, cerrando los ojos mientras se acomodaba sobre él -No tengo nada que admitir... - Susurro mientras con la diestra acariciaba el pecho del más alto. Pará ese punto ya ninguno tenía que decir nada, Beelzebub lo sabía, lo había sentido desde que se contacto con Gabriel hace once años atrás cuando el anticristo había nacido y comenzaron los preparativos para el armagedon y algo en su interior también le decía que él sentía lo mismo.

-Entonces ninguno lo dirá... Bien bien... - Dijo el arcángel antes de soltarle, mirándole a los ojos. -Te diré que... Voy a subir a darme un baño, si quieres dormir la cama es tuya, pero sino... Dejaré la puerta sin seguro - Mencionó antes de acercarse a besar la frene de la demonio, separándose luego de unos segundos para girarse y subir por las escaleras, dejando a la demonio sola abajo.

Sonrió suavemente luego de unos momentos, mordiéndose levemente el labio inferior, respiró profundamente y se dispuso a quitarse su corbata pero una presencia detrás suyo le hizo detenerse, volteando a ver a la demonio que le miraba amenazantemente-¿Qué haces aquí, Dagon? - Le habló con firmeza, deteniéndose de quitarse sus insignias, para voltear a verle.

-El señor de las tinieblas, solicita un reporte de su... fracaso aquí arriba- Dijo mientras se acercaba a ella. - Le dije que estaría muy cerca de encontrar la inmunidad al agua bendita e imagine mi sorpresa al subir y verla con... Él aquí... - Dijo en modo de reclamo mientras se acercaba a su superior, tomándole del mentón para abalanzarse contra sus labios de un modo voraz, besándole desesperadamente, a la par que la pelinegra le correspondía.

Dagon siempre había estado enamorada de Beelzebub, desde el inicio de los tiempos, desde su época en el cielo, la había admirado y amado, pero sus sentimientos jamás habían sido correspondidos, sin embargo, eso no quería decir que no se aprovechara de la época de las brujas para poder entregarse a ella como excusa por el sacrilegio a Dios y ya que su superior no se había negado jamás, la castaña solía entregarse a ella cada vez que lo solicitaba, no era el tipo de relación que esperaba tener, pero era la única que un demonio podía ofrecer, y eso había sido algo que Dagon había pensado desde hace siglos hasta que vio a su amada jefa con nada más y nada menos que un ángel.

Planeaba tomarla, en el departamento de ese enemigo, había comenzado a desabrochar su saco negro que tanto le gustaba y en el proceso, acaricio sus senos con ansiedad, provocando que la pelinegra se quejara un poco durante el beso, aquellos sonidos sólo lograban excitarle aún más pero se vio interrumpida cuando la de ojos azules le empujo con fuerza, haciéndole alejarse de ella de inmediato. Con la respiración agitada, Beelzebub se limpio los labios con la manga de su camisa.

-Ve con Crowley y dale una braza infernal... Después vuelve al infierno y no subas hasta que yo regrese...- Le dijo con firmeza mientras le daba la espalda para subir las escaleras, mientras la castaña le miraba desde su lugar angustiada.

-... Pero Lord... - Las moscas de Beelzebub no sólo se hicieron presentes, sino que comenzaron a revolotear a su alrededor con fuerza, mirando entonces como la demonio se detenía en las escaleras para voltear a verle con los ojos totalmente rojos, aquella imagen hizo que Dagon se detuviera de seguirla, sabía que si hacía algún movimiento en falso, haría que se desincorporara.

-Es una orden, Dagon, vete...ahora - Mencionó mientras terminaba de subir las escaleras, perdiéndose de la vista de la contraria. Dejando a una demonio con el corazón roto que era consumida por la tierra sin que ella lo hubiera pedido, le habían robado a lo que más amaba en el mundo y no iba a permitir que se fuera así de fácil.

Devuélveme mis alasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora