3.

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Casi había pasado la hora y media que duraba el espectáculo. No quería despertar a la pequeña que dormia plácidamente en su regazo, pero no tenia opción. Souta saldría del show en cualquier momento y, si no los encontraba, se asustaría.

Miro por ultima vez su rostro durmiente, y limpio una lagrima que había quedado pegada a sus pestañas. Sonrio para si mismo al saber que tenia la suficiente confianza de ella como para descargarse asi a su lado, pero eso mismo también lo perturbaba. ¿Tanto había sufrido esa niña como para que su llanto desgarrase tanto?

Entendia el hecho de que había perdido a su única familia, pero sabia que había algo mas. Y la reacción de recién, sumada a la que tuvo en la madrugada, hacia que pensara lo peor. ¿Acaso de verdad habían abusado de ella? De solo pensar que alguien se había atrevido a tocar uno solo de sus cabellos contra su voluntad, hacia que la ira incrementase en su ser.

Suspiro cansado. ¿Para que negarlo? Era igual que su padre. Celoso con las mujeres que le importaban.

¿Entonces porque no lo era con Kikyo? Esa revelación lo perturbo aun mas, pero sacudió su cabeza. No era momento de pensar en eso.

-Kaghome – La llamo suavemente. Se sentía pésimo al despertarla, pero tenia que hacerlo – Bella durmiente, despierta – Dijo con una sonrisa, al ver como ella fruncia el ceño y abria apenas sus ojos, viéndolo, para volver a cerrarlos.

- Cinco minutos mas – Le susurro, para acomodarse mejor en su pecho y abrazarlo por el cuello, acercando su rostro al de él. Esa cercanía le hizo latir con rapidez el corazón, bastaba solo unos centímetros para poder besarla.

Se abofeteo mentalmente, otra vez. Era su hermanita. No podía hacer eso. Estaba seguro que solo era la emoción del momento de ver una mujer tan bella como Kaghome, por eso se ponía asi cada vez que ella le demostraba algo.

-No, dormilona. Souta esta por salir de la función – Al escuchar el nombre de su hermanito, abrió sus ojos. Era verdad. Tenia que ir por él. Se desperezo como un gato, pero sin soltar el cuello de su hermano. Al caer en cuenta de donde estaba, miro con rapidez a Inuyasha, que también la estaba mirando.

Ambos se quedaron petrificados al notar la cercanía de sus rostros, y su respiración se agito levemente. La azabache se sonrojo, y eso le parecio lo mas adorable al peli plata. Tenia que huir de esa situación. Ambos lo sabían. No podían dejarse guiar por sus instintos. Eso estaría muy mal.

-Vamos por Souta – Le susurro y él solo pudo asentir con la cabeza.

La tomo de la cintura y se paro, sorprendiéndose de lo liviana que era. ¿Cómo una joven de su edad podía pesar tan poco?

-¿Tu te alimentas bien? – Le pregunto luego de depositarla en el suelo con delicadeza.

- Claro, ¿Por qué? – Se acomodo la falda y lo miro con curiosidad.

- Porque pesas muy poco. Demasiado diría yo – La miro inquisitivamente.

- Siempre fui muy delgada – Le sonrio y tomo su mano para comenzar a caminar. Esa sensación familiar de sus manos juntas hizo que un calorcito invada el pecho del peli plata – Vamos que Souta se asustara si no nos ve.

- Claro – Le susurro, mirando la unión de sus manos. Habia mucha diferencia entre su pequeña mano, y la de él, que era muy grande.

Eso le gustaba.

Llegaron hacia el parque donde esa pequeña carpa se encontraba. Vieron como los pequeños salían y corrian hacia sus padres con una enorme sonrisa, y una bolsa de golosinas en su mano. Apenas los vio, Souta corrió hacia ellos, saltando al cuello del peli plata que lo recibia con una enorme sonrisa, al igual que su hermana.

La capacidad de la fortaleza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora