1.

916 67 6
                                    

Su mirada estaba perdida en el paisaje que la ventanilla del avión le regalaba. Tenía sus pensamientos completamente concentrados en lo que, a partir de ese arribo, comenzaría su nueva vida.

Al escuchar a la azafata pedir que abrochen sus cinturones, ya que estaban por comenzar el descenso, despertó a su hermano pequeño para que se preparase.

Inglaterra.

Un lugar muy lejos de su hogar.

Una pareja amiga de su difunta madre los esperaba para darles asilo. Recordaba haberlos visitado cuando ella era muy pequeña, Souta aún no había nacido, pero aun así, no era demasiada su memoria con respecto a los Taisho.

Una vez que las puertas del avión se abrieron, ambos hermanos descendieron y comenzaron a buscar con su mirada al matrimonio. Entre la multitud, con un cartel que decía "Kaghome y Souta", se encontraba una hermosa mujer de cabellos muy largos negros, ojos verdes y sonrisa amable, junto a un hombre de porte autoritario, cabello blanco y un extraño color de ojos dorados.

-Kaghome, por aquí – Llamo la mujer con una enorme sonrisa. La pequeña azabache le sonrió de vuelta y, tomando la mano de su hermano, se acercó a ella – Mis niños – Los abrazo a ambos con fuerzas. Como solo una madre lo lograría.

- ¿Cómo les fue en el viaje? – Pregunto el hombre, con una voz extrañamente cariñosa.

- Agotador. Muchas horas – Le sonrió. Comenzaron a caminar hacia la cinta para buscar sus maletas, mientras seguían preguntando respecto a su estado de ánimo.

- ¿Y tú, Souta? ¿Cómo estás? – El niño le sonrió y asintió con su cabeza.

- No habla – Explico Kaghome – Desde ese día que no habla.

- Lo sabemos, cariño. Está bien – Tomo la mano del pequeño de ojos avellanas – Vamos a casa, Souta – Y él asintió, sonriendo con felicidad.

El recorrido del aeropuerto a su nuevo hogar lo hicieron en el auto de la familia que, increíblemente, tenía un chofer. Señal de que eran bastante adinerados.

-Hemos llegado, pequeños – Les dijo Inu No.

Ambos miraron por la ventanilla, encontrándose con unas rejas imponentes que se abrían para darle paso al auto. Tras estas, había en enorme jardín, perfectamente decorado con flores y árboles. Hasta una cascada con un pequeño lago tenían.

-Que hermosa – Susurro al ver una casa tipo cabaña. Algo pequeña para lo que era ese semejante jardín.

- Es la casa de Myoga y Kaede, el matrimonio que trabaja para nosotros – La azabache miro sorprendida a la mujer – Esa es nuestra casa.

Sorprendente. Increíble. Enorme. No encontraba adjetivo para describir semejante estructura.

Parecía un castillo medieval, pero totalmente diferente. Dos escaleras en forma de U daban llegada a la entrada, la cual era una puerta blanca llena de vidrios. No sabía ni por donde comenzar a mirar. Era hermosa.

-Es muy hermosa – Volvió a decir al bajar del auto. Souta tiro de su mano y la miro muy sonriente, dando pequeños saltos de alegría – Si, Soso. Es muy hermosa.

- Vayamos adentro, pequeños. Les mostrare sus habitaciones – Ambos se adentraron, encontrándose con más sorpresas. La decoración era la suficiente para hacerla completamente magnifica, pero sin ser excesivo.

Todo finamente decorado en blanco y dorado, con pequeños toques rojos o azules. Sin duda alguna, era una majestuosidad.

Subieron las escaleras blancas, pulcras, con alfombras rojas, llegando al segundo piso. Yendo por un pasillo hasta llegar a otras escaleras, no tan altas como las primeras.

La capacidad de la fortaleza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora