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- Claro, señor – Siseo, apretando sus dientes. Se corrió a un lado, dejándolos entrar, notando como sus ojos se abrían ante tanta elegancia – Esperen aquí, por favor – Con mas rapidez de la deseada, Myoga camino hacia la cocina, preocupando a los demás al verlo tan palido.

- ¿Qué sucede, Myoga? – Pregunto Inu No, tomándolo del brazo para que se sentara en una silla.

- El... El padre de los niños esta aquí – Murmuro, logrando que todos los demás palidezcan.

- Maldito engendro – Gruño el peli plata, parándose como alma que se lo lleva el diablo, dispuesto a ir a ponerle los puntos sobre las ies a ese maldito miserable que habia hecho sufrir tanto a sus pequeños. Se dispuso a salir a su encuentro, cuando sintió como agarraban su brazo con fuerzas.

- Inu No, tenemos que tratarlos con amabilidad – Intento razonar la joven mujer, mientras acomodaba la camisa gris de él, junto con su saco azul informal – Estoy igual de furiosa que tú, creeme, pero no sabes con que nos puede salir este hombre. Y será mejor que, hasta saber sus intenciones, intentemos mantener la calma.

- Lo se, bella – Paso su mano por el cabello y suspiro fuertemente, para luego pararse recto, como siempre lo hacia. Su metro noventa no era para tomarlo a juego y se lo demostraría a ese imbécil – Pero si intenta pasarse de listo, lo golpeare – Anuncio, logrando que su esposa riera y bese su mejilla.

- Lo se, cariño. Protegeras a tus niños contra todo pronostico.

- ¿Necesita que vaya con usted? – Pregunto con preocupación el anciano, dispuesto a salir a defender a sus niños si era necesario. Eran sus nietos, su familia, sus pequeños y no permitiría que ningun imbécil, como el que estaba esperando a sus amos, volviera a lastimarlos. Sus años pesaban sobre su espalda, pero si tenia que pelear con uñas y dientes por ellos, asi lo haría.

- No, Myoga, amigo mio. Solo quiero que se queden aquí, no lleves te ni nada, Kaede, se iran muy rápido – Ambos asintieron con su cabeza, aunque por dentro estaban completamente preocupados – Solo quiero que estes atento. Si te llamo, comunícate con la policía y con Totosai.

- Si, mi señor – Aseguro con una reverencia.

- No te preocupes, Kaede. Esos niños se quedaran con nosotros – Aseguro Izayoi, abrazándola por los hombros – Somos su familia.

- Lo se, mi señora, pero ¿Cuánto mas tienen que sufrir hasta poder ser felices? – Pregunto con lágrimas en sus ojos, desconcertando a todos. Tanto Izayoi como Inu No tragaron el nudo que se habia formado en su garganta, esa anciana tenia toda la razon del mundo, y por eso irían a luchar por ellos.

- No lo se, abuela. Pero aquí estaremos para ayudarlos y acompañarlos – El peli plata mayor tomo la mano de su esposa, sonriéndole con cariño – Vamos, mi reina.

- Claro – Comenzaron a caminar hacia donde la pareja se encontraba, rogando que ninguno de sus niños apareciese por las escaleras – Tengo que admitir que tengo miedo, Inu – Confeso, apretando su brazo con fuerza.

- Respira. Somos los padres de Kaghome y Souta. Y no dejaremos que nada ni nadie los separe de nosotros, asi tenga que gastar mi fortuna en abogados.

- Si. Tienes razon – Se paro derecha, al igual que su marido y con su frente en alto, haciendo rezonar sus tacones en el suelo, se aseguro de que la pareja que los esperaba entendieran que ella era la reina de ese lugar y, si tenia que ser la soberana del mundo por sus pequeños, lo seria – Por la memoria de mi amada Naomi, que ellos se quedaran con su familia.

Al llegar al hall de entrada lograron ver como el peli negro no podía apartar la mirada del cuadro gigante que habia en la entrada de ellos, junto a Inuyasha y Sesshomaru siendo pequeños. La mujer, por su parte, miraba con asombro hacia la araña de diamantes que colgaba sobre sus cabezas.

La capacidad de la fortaleza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora