Caballerango

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Tenerlo de frente lo desarma de una manera casi sofocante. Aquél joven que no es un muchacho pero que pareciera no acabar de ser un hombre tiene un poder del que no es consciente. Hay en Emiliano ese extraño limbo de los hombres de campo, se percibe una madurez forzada por la vida dura y a la vez un cierto aire de ingenuidad causado por esa inocencia natural de los hombres buenos que ven la malicia como algo externo y que muchos confunden con la ignorancia. Para un hombre como Ignacio, para quién la vida no ha sido más que un viaje de placer y exceso, aquella pureza de espíritu era aún más atrayente que la misma carne oscura. Desde que lo conoció en las haciendas de Morelos había despertado en él una especial fascinación, como fiel amante de los clásicos Ignacio no ha podido evitar preguntarse si habría sido una fascinación como aquella la que tanto apasionó a Zeus para secuestrar al joven Ganimedes o impulsó a Apolo para luchar por el trágico amor de Jacinto. Sea como sea, en estos momentos agradece la inusual timidez que Emiliano muestra, pues éste, que usualmente mantiene la espalda erguida, la tiene ahora encorvada con los hombros hacia dentro, con una mano se toca constantemente el bigote y la punta de la nariz, mientras la otra la guarda celosamente en su bolsillo; Ignacio agradece en especial que el joven mire hacia el suelo, pues aquellos ojos se sienten como dos dagas de obsidiana clavándosele en el alma cada vez que hacen contacto visual con los suyos. El nuevo caballerango viste el uniforme del ejército, Ignacio no duda que aquello colabore para hacerle tener la actitud que presenta, debe ser sumamente incómodo para alguien como él vestir el tan polémico color azul federal; sin embargo, lo cierto es que el uniforme no le sienta nada mal, y tanto Dios como el Diablo saben que Ignacio tiene una debilidad por los hombres uniformados. La timidez de Emiliano es tal que Ignacio no puede evitar preguntarse si es que acaso esa piel morena no estará ocultando algún enrojecimiento en las mejillas ¿será acaso que es su misma presencia la que lo cohíbe?... El hacendado tiene que hacer un gran esfuerzo para espantar los pensamientos que cada vez amenazan con más fuerza depositarse en su cabeza para no irse. Antes de que su mente y cuerpo lo traicionen, Ignacio carraspea la garganta antes de hablar, más que para llamar la atención de Emiliano, lo hace para evitar que alguna inesperada debilidad en su voz delate su lucha interna.

-Bueno, pues tu trabajo será el mismo que en la hacienda, te vas a encargar de las caballerizas que tenemos aquí y de vez en cuando bajaremos a Morelos para que también le eches un ojo a los animales de allá.

Sin levantar apenas la cabeza, Emiliano asiente.

-Como uste' mande, don Nacho. Ya sabe que yo estoy a sus órdenes.

El esfuerzo que Ignacio tiene que hacer para no sonreír como un idiota provoca que se muerda el interior de sus labios con tanta fuerza que llega a sentir el metálico gusto de su sangre en la punta de la lengua.

-Ah, pero eso sí, tú vas a ser el caballerango mayor, así que vas a ser el responsable de todo ¿Está bien?

Emiliano levanta la mirada con tanta velocidad que se agarra a Ignacio totalmente desprevenido, el cual presiona con fuerza sus puños mientras hace acopio de todas sus fuerzas para no encogerse bajo aquella mirada.

-¿Está seguro, don Nacho? No sé si yo esté capacitado, todavía no me ha visto chambear con sus animales.

-No digas tonterías, muchacho – dice Ignacio con fingida confianza acercándose un par de pasos – te he visto trabajar en las haciendas, tu talento con los caballos ya te ha hecho famoso en Cuautla y en Yautepec, seguro cuando se sepa que te tengo al mando de mis caballerizas seré la envidia del resto, si ya decía yo que Pablo te tenía muy desperdiciado ahí como uno más del montón.

Una pequeñísima, casi imperceptible sonrisa de lado se dibuja en el apuesto rostro de Emiliano y su espalda por fin se yergue –quizá involuntariamente- un poco, confirmándole a Ignacio que el cumplido ha logrado su cometido.

Esclavo de los principiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora