El legado familiar (Parte VI)

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El término "Habitado" o "Inanimado", describía al que portaba en su cuerpo, cual huésped, a un Oblivious de segundo o tercer cambio.

Como lo había establecido Irina, la única cura posible llegaba con la muerte del Oblivious-Huesped, sin embargo, Lilienthal expresó un par de veces, con una extraña actitud taciturna, que los resultados dependían de cada individuo y el tiempo de haber sufrido aquella "condición"

El incidente de las catacumbas no sólo los había puesto en riesgo de sufrir una muerte inminente a manos de los hombres de Corona, como fatídico resultado, Endrigo y Ada estaban siendo habitados, con un proceso mucho más lento del habitual, pero no lo suficiente para confiar en que el aprendiz de Enterrador fuera capaz de manejar el artefacto recreado por Lilienthal, pese a que aquel había sido el plan inicialmente.

Lo habían descubierto cuando, en una de las pruebas fallidas de vuelo, Endrigo perdió la consciencia y al tener los ojos cerrados se pudo notar una serie de venas surcando sus piernas, como si se trataran de las pequeñas raíces de un árbol semitransparente.

Aquella madrugada, después de tres meses de espera, Boris terminó de reforzar algunos engranes y contenedores de agua, que según él servían para que el aparato no se sobrecalentara. Irina, Marcell y Moro permanecían despiertos, la primera somnolienta, el segundo expectante y el ultimo, aburrido.

Vieron a aquel hombre de aproximadamente sesenta años despejarse la protección de los ojos, forcejeó un poco con el enredo de un pequeño mechón de su poblada y canosa barba. Acomodó el artilugio previamente a hacerse a un lado con aire victorioso, sin embargo, la actitud de los aprendices fue de desilusión.

"Es pequeño" opinó Irina, "Questo deve essere una broma" expresó Moro mezclando italiano con español en un arrebato de impaciencia, mientras se levantaba de la silla; "Tranquilos, estoy seguro de que el maestro tiene una explicación", concilió Marcell tratando de tranquilizarlos, pero Lilienthal subió sus hombros robustos con despreocupación, como si no estaría en él convencerlos de sus capacidades.

Se habían trasladado al otro lado de la montaña, en una propiedad rodeada de matas y casi oculta. Ignoraban cual era la situación en el pueblo, inferían que la rata podría haber puesto una orden de búsqueda o captura contra ellos, quizá incluso los había acusado del secuestro de su esposa.

Si estar cerca de un habitado podía afectar, era una interrogante, pero como método preventivo Ada y Endrigo se encontraban en aislamiento ocupando una casucha de adobe muy cercana.

Boris abrió la puerta, el hombre era tan alto que la propiedad lucia diminuta cuando Lilienthal se paraba en el alero, apoyando las espaldas en el marco. Encendió su pipa. Probarían el aparato al encenderse los primeros rayos de sol, miró fijamente el cielo nocturno color rojizo, luego inclinó la vista hacia su maleta, se sacudía y movía sola, a veces chocando contra la pata de una silla vieja. De pronto, mostró un gesto preocupado, se rascó la mejilla y suspiró cansado.

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