El balcón

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Desde el balcón del colegio, podía verlo llegar. Lo veía comprar un pan y una quinua, reírse con los amigos que encontraba y tratar de no correr para que el tiempo se perdiera antes de ingresar. Ella lo veía y nadie se percataba que su sola presencia le arrebataba más de un suspiro desde hacía mucho.

Su amiga la acompañaba casi siempre. En más de una ocasión, la salvó inventando cualquier excusa ya sea ante tutoras preocupadas, profesores entrometidos y compañeros impertinentes; "ahorita entramos", "estamos esperando un mensaje de mi mama", "¡qué te importa chismoso!". Francisca, o Paquita como la del "Sí de las niñas", sabía ser una excelente amiga. De aquellas que guardaban más de un secreto, un gusto o una ayuda en las tareas o exámenes.

- ¡A sus aulas!

La magia solo duraba unos minutos, él siempre llegaba tarde y pocas veces bien uniformado. Su corte de cabello estaba prohibido por el colegio; sin embargo, siempre conseguía alguna manera de que lo dejaran pasar. Su sonrisa solía ser, junto a sus sofisticadas explicaciones y anotaciones de "sus padres" en la agenda, la mejor forma de salir airoso de cualquier sanción. Esa actitud, añadida a su cordialidad, lo hacían el chico ideal de las de quinto, el anhelo de las de cuarto, el inalcanzable de las de tercero y el mito para las de segundo y primero.

Adela, la chica del balcón, sabía también que su "amor platónico" (o "crush" como le llaman ahora) no era muy buen alumno en conducta pero sí aplicado en algunos cursos; sabía  también que tenia una enamorada desde hacía un año. Sin saber el origen de su intensa preocupación por quien le quitaba el sueño más de una vez, desde hacía meses recogía información de su vida, gustos, preferencias, virtudes y defectos. Sin embargo, conocerlo no era garantía de acercarse a él con más confianza. Por el contrario, en cada intento fracasaba, siendo adelantada por cualquier otra chica más extrovertida y atrevida que ella.

Presa de sus divagaciones, Adela se quedó unos minutos más, quería verlo cruzar la puerta y colocarse en la fila de tardones. Su amiga le había pedido que entraran ya al aula, pero ella insistió en quedarse y observarlo un poco más. La insistencia de su amiga primero y la advertencia de la Tutora después se fueron diluyendo hasta volverse una voz lejana. Él volteo a mirarla. Ella - sorprendida - no pudo evitarlo y le sonrió. Él hizo un gesto de "después hablamos". Ella levanto el pulgar mientras asentía con la cabeza, siempre sonriendo. La buscó al primer recreo, le regaló un chocolate, le pidió acompañarla a la salida, caminaron, conversaron, hicieron el mismo ritual por semanas, conversaron hasta la madrugada en el "Wsp", se contaron los secretos más sinceros, graciosos y molestos de sus vidas, se citaron en secreto en un parque, caminaron a la luz del débil y sutil alumbrado urbano, la beso, la abrazó, le dijo que era el amor de su vida, celebraron el primer mes, el segundo, el tercero; lo presentó a sus padres, la presentó a sus padrastros, aprendieron a caminar de la mano sin temor, fueron elegidos los mejores amigos en su respectivo salón, ella aprendió de él, él aprendió a vestirse mejor. Ambos disfrutaron del estudio y del amor y, aunque él terminó antes, llegó a ser su pareja de promoción cuando ella culminó, dos años después, el  colegio.

- ADELA, ¡HE DICHO QUE PASES! ¡TE VAS A GANAR UNA SANCIÓN

La tutora lanzó un severo grito que la obligó a dejar de imaginar que él la miraba por primera vez. Avergonzada y casi llorosa, se dirigó al salón mientras todos escuchaban la frase motivadora del día.

Expedientes secretos :)Where stories live. Discover now